Un día llegamos a casa y la lavadora ha reventado, un familiar ha enfermado y necesita nuestra ayuda, o no nos alcanza el bolsillo para la fianza del alquiler. Hace poco más de un año llegó a Madrid una iniciativa que propone el apoyo mutuo contra las urgencias cotidianas. Las Comunidades Autofinanciadas (CAF) son un sistema de préstamos entre amigos que hace más llevadera la temible crisis.
Hace cinco años, el empresario catalán Jean Claude Rodríguez creó en Cataluña las primeras CAF, un sistema de microcréditos por el que fue premiado como el mejor Emprendedor Creativo del Mundo. Esta iniciativa ha fijado una metodología para una forma de apoyo comunitario muy conocida en África y Latinoamérica. En Madrid y de la mano de la cooperativa de iniciativa social Transformando, se crearon hace poco más de un año dos comunidades: la CAF La Gaitana, que surgió en torno a una asociación iberoamericana para el desarrollo y la CAF ‘5 estrellas’, compuesta por trabajadores de una empresa de hostelería.
El funcionamiento de estos grupos es sencillo y permite que, con pequeñas aportaciones, todos dispongan de entre 100 y 1000 euros para ‘tapar agujeros’. El primer requisito es reunir a un grupo de amigos de entre 7 y 30 personas, que quieran participar en la comunidad. “Estos grupos no se conforman con personas que no se conozcan. El pilar fundamental es la confianza”, explica José Fernando García que, a través de Transformando, ejerce de 'guía' de las CAF madrileñas.
El siguiente paso es que el grupo se dote de un reglamento que debe recoger una veintena de puntos. Por ejemplo, deben decidir el proceso de admisión de nuevos miembros, establecer que nadie pueda aportar más del 30 por ciento del fondo- para evitar que un miembro ‘mayoritario’ se retire y deje sin fondos a los demás-, los plazos para pagar los préstamos o las ‘multas’ por los posibles retrasos. La aportaciones de cada uno aseguran parte del crédito en caso de impago- nunca se ha dado el caso, asegura García- y los miembros pueden decidir avalarse entre sí.
Después, cada miembro aporta una pequeña cantidad –entre 30 y 100 euros generalmente- que puede ampliar voluntariamente una vez al mes. Una vez creado el fondo, se nombran una serie de cargos –presidente, cajero, contable, comité de créditos y auditor- que son rotativos y cambian cada 5 o 6 meses. “A pesar de ser tener cargos son organizaciones planas. No se hace lo que diga el presidente o lo que diga el cajero, ni su voto tiene más peso que el de los demás, sino que todas las decisiones se toman por consenso”, apunta García.
La comunidad ya puede empezar a concederse préstamos entre sí con un interés muy bajo-un 1 o 2 por ciento- o inexistente. “Es algo muy útil por que en situaciones puntuales puedes disponer de cantidades pequeñas sin la vergüenza de tener que pedir un adelanto en la empresa o una ayuda a tus familiares. Es algo muy familiar, muy cercano”, explica Alcira Escobar Barón, una de las 9 mujeres que participan en la CAF La Galiana.
Todos los intercambios se llevan a cabo en una reunión mensual de dos horas, en la que participan todos los miembros.
Los intereses se devuelven a finales de año en proporción a las aportaciones de cada uno, aunque según García, “suelen destinarse a actividades del grupo”.
Un punto de encuentro
Y es que en el mundo de las CAF, el dinero sólo es una excusa. Como afirma Alcira Escobar, la comunidad es “mucho más. Es reunirse, compartir muchas cosas, es un punto de encuentro.”
“La mayor parte de los participantes son inmigrantes por dos razones: por que en los países de origen ya conocían el sistema- en Colombia se conocen como la ‘natillera’, en Bolivia como el ‘pasanaco’- y por que los inmigrantes no tienen a sus familiares aquí, ni amistades tan estrechas como para pedirles dinero, por lo que se apoyan unos en otros. Ayuda a crear redes”, explica José Fernando García.
El año 2009 promete ser un año de expansión para estas comunidades. En Madrid, Transformando asistirá el nacimiento de cuatro CAF hasta el mes de abril y prevé que se crearán otras tantas hasta final de año. Además, estos grupos solicitan cada vez más nuevos servicios para sus miembros, como un fondo de urgencia para enviar dinero al país de origen o las ‘Páginas Café’, una especie de ‘páginas amarillas’ donde elegir fontanero o abogado entre los miembros de las CAF. “Un grupo de peruanos que quiere crear una CAF y que pertenecen a un mismo pueblo, quieren crear un fondo para apoyar proyectos productivos allí. De aquí pueden salir, mil cosas”, concluye García.
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