Como en una película Clase B de ciencia ficción, el monstruo descontrolado avanza destruyendo Nueva York a su paso, mientras la fuerzas armadas, los científicos, los religiosos y los hechiceros prueban con todo lo que está a su alcance para derrotarlo. El monstruo se llama “Desapalancamiento” o en la jerga kirchnerista “desendeudamiento”.
Repasando el origen de la crisis, las entidades financieras, las empresas, las familias, se encontraron, de pronto, sobreendeudados, ante la perspectiva de caída del valor de sus activos y mirando con suma desconfianza la solvencia de los deudores de todo tipo. La respuesta fue obvia, en especial, después de la quiebra de uno de los bancos de inversión más importantes. Todos corrieron al refugio de la liquidez y de los Bonos del Tesoro americano. En esa corrida, vendieron los activos a los que les pudieron encontrar mercado a cualquier precio, paralizaron el crédito al sector privado, cancelaron las deudas que pudieron cancelar, dejaron de consumir y se pusieron a ahorrar, los que pudieron.
Simplemente, la velocidad a la que se desplomaron los precios de los activos, superó la velocidad a la que se pudieron reducir las deudas, el resultado, la relación de endeudamiento, en lugar de bajar que es lo que tenía que pasar, aumentó. Pero aumentó, básicamente, porque el “undershooting”, la sobrecaída del valor de los activos, fue fenomenal, en un escenario en que todos vendían y nadie quería comprar.
A su vez, la contracción del consumo de los sobreendeudados en el último trimestre del 2008 y principios de este año, colapsó el comercio internacional y exportó la crisis real, de decrecimiento y desempleo, a los países orientados hacia fuera, y hacia sus proveedores. (El mundo emergente en general).
El vuelo a la calidad, el pánico, generó violentas fugas de capitales en Europa del Este, aumentando los problemas de sus prestamistas, los bancos europeos occidentales, que ya habían sufrido la crisis financiera de desplome de activos y desconfianza. El monstruo que atacó Nueva York, terminó amenazando a todo el Planeta. El guión de la película no podría ser mejor.
Desde ese momento, se anuncia un nuevo programa, o detalles del anterior, cada semana. Pero hasta que el valor de los activos no deje de caer, se estabilice e inclusive “vuelva” de su exagerada reducción, de manera de “ordenar” el desendeudamiento, y lograr que éste sea por caída lenta del pasivo, el problema persistirá. Los planes, antes del último anunciado esta semana, se concentraron, por un lado, en intentar reemplazar el gasto privado con gasto público –expansión fiscal con deuda pública- olvidando que al final del gasto público hay siempre un “privado” ahorrando y no gastando y pensando que la mayor deuda pública alguien la tendrá que pagar. Y, por el otro, crear la mayor cantidad de moneda posible, llevando las tasas de corto plazo a cero, y tratando de generar liquidez a mayor velocidad a la que el sistema privado atesora, para inducir a gastar.
Después, o simultáneamente, se trató de capitalizar a los bancos con fondos públicos, intentando que vuelvan a prestarse entre sí y a prestar al resto de los sectores de la economía, licuando el capital privado, y agravando la caída del valor de los activos.
Ahora, con los anuncios de esta semana, se busca que alguien privado “compre” los activos tóxicos de los bancos, en parte con fondos propios y en parte con fondos públicos. Pero esto último supone que hay apetitito por estos activos a precios superiores a los que ahora cotizan y que todo es un problema de liquidez. Si esto es así, estaremos al principio de la solución, porque de lo que se trata, insisto, es de mejorar la relación de endeudamiento de las familias y empresas, aumentando el valor de sus activos, en relación a sus pasivos. Pero si no es así, y no hay mercado a mejores precios, el problema sigue siendo el mismo.
Obviamente, la “solución argentina”, licuarles directamente el pasivo a los deudores y bajar el endeudamiento “de un decretazo” no está disponible. Ningún país serio destruye el mediano y largo plazo de su mercado de capitales, por una recesión de corto plazo.
Pero existen alternativas “a la Argentina” menos extremas. Por ejemplo, en lugar de “armar un mercado” de activos en desgracia –que hoy, ciertamente, no se sabe cuales son, y cual es su verdadero precio- una alternativa sería separarlos en una “cuenta especial” hasta que la economía se normalice y usar los fondos de la FED para prestarle dinero a las entidades financieras, contra esa cuenta –valuada a valor de compra, por ejemplo, con amortización a valor de mercado en un plazo de X años- que a su vez, les permita rearmar crédito, y facilitarle la vida a las familias para que no exageren en la recomposición de sus ahorros.
Dicho de otra manera, si hay mercado a mejores precios que los actuales para estos activos tóxicos ahora, y sólo falta liquidez adicional, se estará por ganarle al monstruo y veremos en el segundo semestre el final feliz de la película. Si, por el contrario, ese mercado tira más abajo aún los precios, lo mejor sería aplicar una variante de la “cuenta de inversión” argentina, poner a los activos tóxicos “bajo un paraguas” hasta que la economía se normalice y los precios reflejen mejor el valor de dichos activos y, contra esa cuenta, prestarle a los bancos para que recuperen crédito y a las familias para que recuperen consumo.
Se trata de una solución compleja en un mundo en que las instituciones y las consideraciones de “riesgo moral” están presentes, y hay que tener mucho cuidado de no diseñar esquemas perversos que maten el sistema de largo plazo. Pero no debería ser tan difícil, después de todo, “Obama es peronista”.