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El asilo de Manuel

El asilo de Manuel

martes 28 de abril de 2009, 18:54h

La búsqueda y el otorgamiento del asilo responde a un criterio de humanidad que nadie desconoce

Sólo una mente adocenada por el odio y de mala ley, como lo advierte oportunamente Antonio Sánchez García, puede calificar como nicho de cobardes al derecho humano de más sagrada tradición latinoamericana, como lo es el asilo. Tanto es así que, si dicho derecho ancla en la tradición bíblica y lo reconocen tanto Declaración Americana como la Convención Americana de Derechos Humanos, también lo hace la Constitución Bolivariana, visto que el asilo se encuentra en el corazón y la savia de nuestra historia. Hasta nuestro penúltimo dictador, Marcos Pérez Jiménez suscribe durante su gobierno las Convenciones Interamericanas sobre Asilo Diplomático y Asilo Territorial, 1954.

José Tadeo Monagas y su familia, en 1858, reciben la protección diplomática de Francia cuando a éste le derroca Julián Castro, y mucho antes, nuestros patriotas encuentran cobijo en las distantes tierras gaditanas. Tanto como intenta buscar cobijo en tierras habaneras el mismo Hugo Chávez el 11 de abril de 2002, cuando los suyos le dejan sólo y se ocupan de saltar las rejas de las embajadas y hasta se disfrazan o pintan los cabellos, como aquel patético secretario del gobernante susodicho.

Rómulo Betancourt recibe asilo en Colombia en 1948, y Mario Briceño Iragorry lo encuentra en la embajada de Brasil, una vez como el 2 de diciembre de 1952 "el gordito del Táchira" desconoce el resultado de las elecciones.

Mas es bueno recordar, a propósito de este cuento, que Cuba, diligente asesora del régimen tiránico hoy instalado en Miraflores, cuya Constitución de 1976 reconoce el asilo sólo en beneficio de los perseguidos por sus luchas contra el imperialismo y en la práctica le ha negado siempre su valor. En 1979 y 1980 centenares de hijos de la patria de Martí invaden las sedes de las embajadas venezolana, ecuatoriana y peruana en La Habana para protegerse del régimen de Fidel Castro. Pero éste, zorro astuto y criminal, dispone ahogar la labor humanitaria quitándole la custodia policial a la representación peruana y provocando que los refugiados lleguen a una cantidad cercana a las 10.000 almas. Perú fue firme en su determinación y hasta destituye a su embajador, Edgardo Habich, por haberse negado a proteger a otros 12 cubanos quienes ingresan por la fuerza en su misión diplomática.

La búsqueda y el otorgamiento del asilo, pues, responde a un criterio de humanidad que nadie de sana mente desconoce, y el principio dominante para su otorgamiento por el Estado dador del asilo es, desde la vigencia de las Convenciones de 1954, la persecución política por delitos políticos o a propósito de delitos comunes que encuentran su explicación y juzgamiento en razones políticas. Es el caso emblemático de Manuel Rosales.

No es un secreto que el ex gobernador y ex candidato presidencial fue investigado por un enriquecimiento supuesto de 20.000 dólares americanos -nada que ver con los 800.000 dólares americanos que la Pdvsa Chávez envía clandestinamente a la Argentina- y que luego demuestra proceden de su actividad agropecuaria reconocida y sostenida durante años. Y no es un secreto que el expediente de marras lo archiva el Ministerio Público, por lo explicado.

Es manifiesto, sí, que con motivo de la campaña electoral en el Zulia, predio regional que Chávez no logra dominar políticamente, éste anuncia como su consigna política -desde Maracaibo- la operación "Rosales vas preso" y al costo que sea; mediando incluso la amenaza a los zulianos de despojarlos de todo apoyo financiero desde el gobierno nacional si osan votar en contra de sus candidatos a la gobernación y a la alcaldía marabina.

Rosales gana en buena lid su condición de alcalde y también Pablo Pérez, su candidato a gobernador, pero se gana a manos del tirano de Sabaneta un carcelazo seguro, propiciado por la Justicia servil y con una velocidad digna de mejores causas.

De modo que, sólo cuanto la verdadera cobardía se instala en el poder ella persigue con saña de "caínes" a sus adversarios políticos y por miedo.

Lo único que cabe esperar -y por lo que hemos de luchar- es que Manuel y nuestros otros exilados, al igual que ocurre en 1958 con Betancourt, Rafael Caldera, Jóvito Villalba, procedentes de Nueva York, y Gustavo Machado, procedente de México, encuentren más temprano que tarde una puerta franca que les reinserte en la tarea de construcción de la Venezuela del porvenir. Los venezolanos de esta hora hemos de evitar se haga buena la admonición de Andrés Eloy Blanco: "mientras el hijo bueno se muere afuera, el hijo malo se eterniza adentro" y que tiene por destinatarios de entonces al mismo poeta, muerto en México, a José Rafael Pocaterra, muerto en Canadá, y a Valmore Rodríguez, muerto en Chile; hombres a quienes nadie con honor puede tachar de cobardes.

correoaustral@gmail.com

 

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