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Las “doras” y la libertad

Las “doras” y la libertad

lunes 08 de junio de 2009, 04:07h
Que Carlos Vallejo considere necesario disminuir el consumo de lavadoras, refrigeradoras, batidoras, etc.,  para no enriquecer a los fabricantes de electrodomésticos de otros países, constituye una de las ideas más aberrantes de los últimos años.

Cuando el primer grupo de homínidos sobre la faz de la Tierra logró algo aparentemente tan simple como articular su dedo pulgar culminó un proceso evolutivo que le daba superioridad sobre los otros primates, permitiéndole manipular objetos que con el paso del tiempo se convirtieron en herramientas.

De ahí a la utilización de un simple principio físico para inventar la rueda  no hay sino un pequeño salto cuantitativo. 

Son precisamente esos instantes en que la especie humana comienza a valerse de los objetos, los antecedentes de su desarrollo social, porque tan singulares acontecimientos marcan la diferencia fundamental entre el ser humano y los animales: el hombre es el único ser sobre la Tierra que desarrolló la posibilidad de servirse de herramientas en su propio beneficio.
 



Por eso, cuando el Presidente de la República, los ministros y el gerente del Banco Central van a trabajar a diario con un traje limpio gracias a la “dora” que lava,  el sediento hombre de los trópicos sacia su sed bajo el sol canicular del mediodía con un generoso y frío batido gracias a la “dora” que bate y el congelado hombre de los páramos encuentra abrigo para sus heladas entrañas con una humeante sopa gracias a la “dora” que cocina, todos ellos están haciendo uso de los progresos tecnológicos desarrollados durante milenios por el género humano. Dejar de hacerlo, no es otra cosa que sacrificar la libertad.

Pero peor aún, es acostumbrarse a la pérdida de esa libertad. Como bien explica Bidart Campos en su obra ‘La re-creación del liberalismo’, citando a Julián Marías, el analfabetismo no constituía una privación de la libertad en la Edad Media. Hoy sí lo es. Que un cubano no haya tenido refrigeradora en el año 1900 tampoco lo era. Hoy sí. Pero lo grave es que ya se acostumbró a ello.

Que en pleno siglo XXI un ama de casa ecuatoriana sea privada de su derecho a servirse de la evolución tecnológica de siglos, solo para no enriquecer  a un  fabricante foráneo, es inaceptable. Que el  Ecuador se acostumbre a ello sin protestar es lo nefasto. Pero parece que hacia allá vamos, a perder nuestra libertad sin luchar por ella. ¡Qué triste futuro!¿Qué hubieran sentido Bolívar y Sucre?
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