Decía
Julio Anguita aquello de “
programa, programa, programa” que, en otras palabras puede traducirse en “
ideas, ideas, ideas” o aunque suene a eslogan electoral, “
soluciones, soluciones, soluciones”.
No creo que exista otra fórmula, aunque a veces otros aspectos más insustanciales como la belleza, la simpatía o la telegenia ayudan, pero nunca podrán sustituir el mensaje.
Nadie puede negar que
Sarkozy es bajito y tiene mala leche, que la
Mérkel es fea y que
Berlusconi es un payaso, pero cada uno de ellos con sus deficiencias tiene una respuesta a los problemas del país que gobierna y por eso los ciudadanos de sus países los votan, aunque a veces tengan que taparse la nariz para hacerlo.
En España hace mucho tiempo que los políticos se disfrazan de lo que haga falta para captar el voto indeciso, y así les va.
Obsesionado por robarle votos a Izquierda Unida, el PSOE habla del aborto, de los bautizos civiles, de la derecha extrema y de los empresarios que piden el despido libre.
El mensaje inútil y alejado de la realidad de
Zapatero se hunde en el sumidero de la indiferencia electoral.
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¿Y la derecha aconsejada por técnicos electorales que se acompleja de lo que es y cambia su discurso para ser mejor vista por los también indecisos?
Ha ganado por desasistencia del contrario, pero no por méritos propios y como faltan tres años para las elecciones generales, o se espabilan o pueden regresar al empate técnico.
Es una pena que
Esperanza Aguirre - la única que mantiene un discurso coherente – esté tan mal vista en Génova. El “
no me resigno” de la Presidenta de la Comunidad de Madrid capta más votos que el
“a ver cómo hacemos más amigos” de Rajoy y sus asesores.
La gente – es decir, los votantes – quiere saber lo que compra y hoy por hoy no sabe quién le está dando más gato por liebre.
El día que los partidos sean capaces de mostrar sin tapujos sus propuestas y sus soluciones, no necesitarán asesores electorales.