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Un día tenemos un disgusto...

Un día tenemos un disgusto...

miércoles 22 de julio de 2009, 19:51h
Parecería una crónica casi de guerra: patadas, empujones, golpes y hasta pérdida de gafas y de una zapatilla. Pero no. Es simplemente la crónica de la comparecencia del tesorero del PP, Luis Bárcenas, ante el Tribunal Supremo. Otra vez el tumulto en plena calle, la bronca, los insultos entre colegas y cualquier día de estos alguno acaba desnucado por el impacto de una cámara o con el bazo del revés, vuelto por un codazo.

Ya  sé yo, baranda Jáuregui, que tú eres más de confidencia en un apartado o charleta ocasional en un pasillo. Siempre un bis a bis, es un decir, profesional. Pero debes saber que cada vez que aparece en la tele o en una foto uno de nuestros protagonistas del día sin cuello y con gorguera formada por micrófonos de teles y radios,  como de oreja a oreja, hay toda una humanidad profesional doliente que la sostiene. Empuñando las alcachofas en demanda de las declaraciones del político-líder sindical o empresarial-implicado o testigo en un juicio y demás personaje del día nos apostamos en dos o tres metros cuadrados los plumis –nombre no siempre cariñoso con el que nos denominan los técnicos audiovisuales- de decenas de medios de comunicación, jugándonos el físico propio y el del compañero. Apretujados en una sauna humana de la que salen los brazos que sostienen los micrófonos lo más cerca posible de la barbilla del declarante, hincamos muchas rodillas en tierra al grito de los cámaras de –“!los plumis abajo!”- para dejar limpio el plano, y distribuimos el resto del cuerpo en improvisado apretujón en el que el equilibrio te lo da el cuerpo del compañero sobre el que te apoyas, bien es verdad que algún codo de quien está a tu lado se aloja impetuoso en tu costado, cuando no es tu antebrazo el que se apoya y hunde la cabeza de quien está delante, como única forma de llevar la grabadora y hasta el teléfono móvil hasta los mismísimos labios del protagonista. ¡Todo un papelón!

    El numerito se ejecuta a veces por necesidades obvias en plena calle. Por ejemplo en esa estrecha acera de la calle Marqués de la Ensenada de esta mañana por donde discurren las idas y venidas de los implicados vip del caso Gürtel. Hasta ahora solo hemos sido capaces de inventar esa caótica manera de intentar recoger sus declaraciones. Y mucha culpa es nuestra, que somos incapaces de organizarnos mejor o de imponer a los protagonistas del día o a vosotros, los barandas de los medios de comunicación, que así no, que así nos negamos a trabajar.

    Pero otras veces solo la desidia y el desdén de los organismos oficiales nos llevan a este circo tercermundista. En la tarde-noche del jueves pasado, cuando se aprobó el nuevo modelo financiero para las comunidades autónomas, eran hasta 27 las cámaras de televisión que se situaban sobre sus 27 trípodes, solo unos metros delante de una escalera interior del ministerio de Economía y Hacienda. Dependiendo de cada una de esas cámaras un plumi, que junto a los demás de radios y periódicos se apretujaban en torno a cada uno de los consejeros de cada comunidad autónoma, para colocarle la gorguera multimedia en torno a la garganta y así conocer lo que había votado y porqué en la reunión del consejo económico fiscal y financiero. El número se repitió cerca de una docena de veces con extenuación general. Sin embargo en ese ministerio hay un montón de salas perfectamente habilitadas o habilitables para sentar al compareciente y a los periodistas, colocar cámaras y fotógrafos, y conectar cables a distribuidores de sonido. Exactamente así comparecieron la vicepresidenta Elena Salgado y el vicepresidente Manuel Chaves. Y así sucede para confort de unos y desesperación de otros cada vez que este organismo se reúne, menos mal que pocas veces al año. Porque en cada ocasión los consejeros autonómicos y los periodistas que los seguimos corremos serio riesgo de aplastamiento y sofoco físico y moral o por hacer declaraciones o por recibirlas.

    Digo yo jefe Jáuregui que ya va siendo hora de que nos rebelemos. Todos los barandas de la profesión deberíais dar orden a vuestras legiones de redactores, becarios, colaboradores y plumillas sin graduación que se nieguen a registrar o hacerse eco de una declaración en esas condiciones. Los directores no deberíais tolerar que vuestra tropa se tenga que jugar la integridad física por conseguir unas declaraciones que se pueden efectuar, perfectamente, en condiciones de normalidad. Estos canutazos tienen corta vida en los medios pero a alguno le puede costar obtenerlos hasta un riñón. Que un día tenemos un disgusto y así, je, je, algunos colegas no van a llegar a la edad de poder ingresar, de pleno derecho, en nuestra web pelosblancos.com. Créeme…
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