El enfado de Zapatero es mayúsculo con Gerardo Díaz Ferrán. El presidente no suele mostrar en público su malestar, ya se sabe, por aquello del talante, pero no ha perdonado la traición del máximo dirigente de los empresarios, quien en el último momento ha decidido boicotear el diálogo social. ZP está decepcionado con la actitud de la CEOE y no encuentra una razón, ni el patrono de todos los patronos ha sabido, o querido, dársela.
Puede que Díaz Ferrán lleve razón en que las reformas que necesita España son de mayor calado. Tal vez los malos datos (de nuevo) de la Encuesta de Población Activa justifican reformas profundas de la economía. Quizás los pactos que parecían que se estaban alcanzando entre los agentes sociales eran insuficientes. A lo mejor los empresarios con problemas necesitan más ayudas ante la situación excepcional. Pero nada justifica su actitud de reventar el acuerdo volviendo a las posiciones maximalistas de hace exactamente un año.
El también dueño de Viajes Marsans se equivoca en la forma y en el fondo. Todo hacía aconsejar a la CEOE firmar unos acuerdos a los que se había llegado tras meses de negociación: una rebaja en las cotizaciones sociales pagadas por los empresarios y un nuevo subsidio de 420 euros, durante seis meses, para los parados que hubieran perdido el derecho a prestación por desempleo. Pocos acuerdos, pero menos es nada. Esto permitía retomar una nueva negociación en septiembre. Sin embargo, Ferrán se levantó de la mesa, en la cena en la que ZP había convocado a los agentes sociales, diciendo a los presentes que mandaría unas “matizaciones” al tercer y último borrador del Gobierno. En vez de eso, al día siguiente, envió un documento con sus máximas exigencias. Parecía mofarse de sus contrapartes, del Gobierno y del calendario, ya que el plazo acababa la próxima semana. Es normal el enfado de Zapaterto, de Toxo y de Méndez. Hace bien, entonces, el Gobierno en aprobar unilatealmente las medidas que considere más urgentes.
Como la invidente Úrsula de ‘Cien años de soledad’, Diaz Ferrán quiere mostrar a los demás que conoce el camino y sus quehaceres. Pero no se ha dado cuenta de que lo que le ocurre es que simplemente se ha quedado ciego en sus perspectivas. No sabe donde va y lo que conseguirá es arrastrar a todos al precipicio.
¿Nadie le ha comentado que esto no consiste en un debate de teoría económica? ¿Nadie la ha explicado qué es el diálogo social?
No cuenta con nadie, a su vera, quien le explique que algunas de sus propuestas son descabelladas como lo eran al principio. La rebaja de cinco puntos en las cotizaciones sociales podría costar al Estado al menos 15.000 millones de euros y la quiebra de la Seguridad Social, por obra y gracia de la CEOE. Y si esta crisis no proviene del lado laboral, sino del financiero, ¿qué gana la sociedad con el recorte? ¿Por qué vuelve a insistir en una rebaja del impuesto de sociedades? ¿Por qué enfada a los sindicatos proponiendo liberalizar el despido? Su vicepresidente, Jesús Barcenas (y presidente de Cepyme) recuerda, una y otra vez, que el problema de las empresas es la falta de liquidez. Dificultad a la que más tarde se ha sumado un problema de demanda de compañías y familias.
Nadie quiere que los empresarios paguen el pato de la recesión. Sólo con emprendedores y una nueva economía más productiva se puede salir mejor de lo que estábamos antes de la crisis. Esto lo saben hasta los más izquierdistas de CCOO. Pero, ¿la CEOE sabe que sus propuestas parecen encaminadas a salvarse ellos y arrastrar a los demás a una sima?
Más de uno se acuerda en estos momentos de pasadas etapas de negociación. Cuando murió el antecesor de Ferrán, José María Cuevas, el entonces secretario general de CCOO, José María Fidalgo, dijo que había perdido a un amigo. Un compañero de viaje que, con grandes desacuerdos, era capaz de afrontar duros procesos de negociación que concluían con acuerdos, por sentido de responsabilidad, paz social y bien de la economía.
No se sabe quién es el amigo de Díaz Ferrán. Lo mal pensados miran a la reunión que hace unos días mantuvo con Mariano Rajoy para encontrar justificación a los extraños comportamientos posteriores. Desde entonces, la CEOE ha ido quitando los ladrillos que los demás ponían.