Picnic urbano low cost en el Bosque de Sherwood
jueves 30 de julio de 2009, 15:39h
La población de Madrid desarrolla por estas fechas todo un arsenal de recursos para escapar del calor. La ciudad ofrece aún algunas oportunidades aptas para todos los públicos. Es decir, que quienes no tienen piscina privada ni medios para acceder a los clubs deportivos, terrazas y otros lujos pueden recurrir a rincones estratégicos situados en plazas, parques y otras instalaciones públicas en las que brota la vida a medida que aprieta el calor. Ya se sabe: sol y agua.
Sin duda, el máximo exponente de estas alternativas son las piscinas públicas, auténticos hervideros de gente diversa en cuanto a origen, edad y, en menor medida, condición social, organiza su particular picnic urbano low cost, que dicen ahora. El gazpacho y la tortilla ya no reinan en solitario en las mesas de camping: ahora se les han unido la empanada criolla, el tajine, el ikrá... También la variedad de ritmos que escupen los estéreos está a la altura de la de los sabores, acentos y colores. Madrid sale ganando.
Pero hay más escondites contra el calor. En algunas plazas, las fuentes hacen de tótem. Sobre todo en esas en las que los chorros salen directamente del suelo. La chavalería disfruta de lo lindo mientras los mayores les esperan en alguna sombra cercana, conversan, se conocen y hacen algo de esa vida en común que parece abocada a desaparecer paulatinamente.
Grandes parques como el del Retiro, otros no tan grandes como la Plaza de España, acojen en sus céspedes a los últimos mohicanos del verano madrileño y, cómo no, el parque de La Bombilla y su cine de verano, que aunque no es low cost tampoco puede resistirse a la imaginación popular y se ofrece libre y gratuito para quienes prefieren mirarlo desde algún alto cercano.
Todos ellos son sitios y rincones que aún son de todos y de todas. Parques, fuentes y verdes explanadas.para el disfrute común, para que nos reconozcamos diversos e iguales bajo la calima y, si hay suerte, en el chapuzón que a todos y a todas nos iguala.
Tomar el fresco también es un importante ingrediente en eso de hacer ciudad y ciudadanía. Lo lúdico no es banal y, en esta línea, cuando el vecindario se pone manos a la obra, entonces la ciudad se puede convertir en algo realmente increíble: las fiestas de los barrios, como las de Vallekas con su batalla naval, contra viento y marea, que transforman la ciudad y nos traen el mar a la puerta de casa.
Espacio público, entonces, para usarlo en común, para que aquí también haya playas y puertos de mar, para que la ciudad sea algo más que un entramado de calles y edificios y para que siga habiendo, por muchos años, un vecindario que le dé vida y la invente según sus necesidades. Para hacer, en definitiva, más llevaderas las inclemencias, ya sean del tiempo o de otro tipo.
Espacios públicos como el parque de Valdebernardo, cuya gestión saca a concurso el Gobierno de la Comunidad de Madrid junto con la cesión de varias parcelas dotacionales para hacer más apetitosa la oferta a las empresas, que no podrán sustraerse a la necesidad ciudadana de contar con espacios de esparcimiento, tan poco rentables en el mercado como esas islas que aún salpican el mapa de nuestra ciudad como islas del tesoro.
El Bosque de Sherwood era todo un simbolo. En él Robin Hood se refugiaba con los suyos tras robar a los pobres para dárselo a los ricos. Esperemos que el parque de Valdebernardo no se convierta en una especie de inversión simbólica del legendario bosque y que los vecinos y vecinas de Madrid conservemos otro espacio en el que, con el tiempo y cuando los árboles crezcan, podamos refugiarnos de los rigores del calor, imaginar playas, compartir la ciudad y hacernos ciudadanos.
Ignacio Murgui.
Presidente de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM).