¿Por qué el presidente Hugo Chávez escogió, ante la denuncia de que se habría encontrado en un campamento de la guerrilla de las FARC cohetes antitanques de fabricación sueca, congelar prácticamente las relaciones con Colombia llamando al embajador venezolano y amenazando con cerrar las importaciones provenientes de ese país?
Habría podido responder en los términos en que planteó la cuestión el canciller del Brasil, Celso Amorin, quitándole importancia al tema y calificándolo de "episodio".
Una de las explicaciones es que la mejor defensa es el ataque. Otra, que el clima de tensión existente en el Gobierno venezolano es tan alto que cualquier acusación es suficiente para encenderlo y llevarlo a tomar medidas que terminarán ciertamente en perjuicio de ambas naciones. Y, finalmente, la más preocupante, que la actitud del presidente Chávez es la provocar y magnificar conflictos, convencido de que es la mejor manera de afirmar su liderazgo regional a la vez que combatir la amenaza que viene de los Estados Unidos.
Otra explicación que podría surgir también es el pésimo resultado de la política social del Gobierno, como señala el director del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Andrés Bello, Luis Pedro España, en un reciente trabajo, Detrás de la pobreza, diez años después, realizado por un equipo académico, multidisciplinario, de dicha universidad. "
La reducción de la pobreza ha sido de poca monta, sobre todo a niveles de la pobreza extrema, porque esta se mantiene en las mismas cifras, en términos absolutos, unos 3 millones de personas".
El problema, para el director del instituto, es que se ha carecido de una política social y que lo que más se ha privilegiado es más bien la propaganda política de lo que supuestamente se hace con esa política social. "La intención real no es determinar", por ejemplo, "si la salud de Barrio Adentro redujo la tasa de mortalidad materna. El objetivo es abrir un establecimiento en el cual la gente sienta que puede ser atendida bajo una inmensa fotografía del presidente. De manera que el problema de la salud es un asunto secundario".
En todo caso, la preocupación que se vive a escala regional y a la que se alude de varias formas es la de un enfrentamiento militar suscitado por el uso de una retórica agresiva.
La guerra, no hay que olvidarlo, es también un discurso. Lo utilizó Hitler profusamente ante la ingenuidad de un Chamberlain y la debilidad de un Daladier.
Hablar continuamente de movilizar fuerzas militares, amenazar justificándolo por la supuesta agresión que viene, es también una forma de provocar el conflicto.
Lo más preocupante en esta situación es que no se avizora por ninguna parte un término a las tensiones existentes que, por el contrario, aumentan día a día, ni por otra parte mediadores capaces no solamente de apagar los fuegos que se encienden a cada momento, sino de encontrar un modus vivendi entre países que viven en el siglo XXI pero cuyos gobernantes parecen estar en los días de la Guerra Fría.
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