11-M: no fue ETA, sino Chesterton
domingo 08 de abril de 2007, 20:02h
En la pantalla del viejo televisor, alzado en la pared al fondo de la barra del cafetín cercano a la muy madrileña plaza de Chamberí, daban las últimas noticias del juicio del 11-M y discurría por ellas la intrincada madeja de terroristas presos y policías testigos. Hay en la calle inocultable y merecida admiración por el buen trabajo, la independencia, la seriedad, el valor y el rigor de los magistrados que forman el Tribunal de este terrible caso. No así, ciertamente, por todo lo que les precedió. En el punto más enrevesado de la madeja, en pleno desfile de raros islamistas, extraños policías y lluvia de confidentes, un señor algo mayor, con aire de escéptico profesor de literatura de secundaria, se permitió en voz alta una reflexión que me pareció deslumbrante: “Ya está claro, no fue ETA el cerebro de ese raro clan de asesinos fronterizos, fue Chesterton”. Y por un momento tuve la plástica imagen del poeta y policía Gabriel Syme paseando por entre los hierros calcinados y los cuerpos rotos de la estación de Atocha.
En una de sus más ingeniosas y celebradas novelas, el gran escritor londinense G.K. Chesterton cuenta la historia de “El hombre que fue Jueves”, el policía Gabriel Syme, que se infiltra en la cúpula de una organización anarquista cuyos miembros, liderados por Domingo, utilizan como apodos los nombres de los días de la semana. Al final del final todos eran policías. El aparente absurdo era en realidad fruto de una reflexión ingeniosa y muy “chestertoniana”, por así decirlo. Son los ricos los que promueven la anarquía, porque no necesitan y no quieren ser gobernados por nadie, en tanto los pobres sueñan con un gobierno justo que les resuelva los problemas. Los ricos se quejan del Gobierno y los pobres, del mal gobierno. La conclusión lógica es ver la anarquía como un instrumento manipulado por los ricos para mantener sometidos a los pobres. Siguiendo la paradoja de Chesterton, en la lógica del humor inglés, el terrorismo islamista sería un instrumento más de poder.
Bromas aparte –ya se que son impropias las bromas con algo tan terrible como la matanza de Atocha, por lo que pido que se me disculpe en aras de hacer visible el argumento subyacente– al igual que todos eran policías en la organización anarquista elucubrada por Chesterton, resulta que todos eran confidentes en la trama islamista de Atocha. De ello derivan algunas reflexiones inmediatas, otras mediatas y algunas, legítimamente literarias. Al final, y ya que no tenemos a Chesterton para hacer luz con la lupa del humor, tendrá que ser esa extraordinaria escritora, novelista de relaciones ocultas y discretas, que es Julia Navarro la que algún día, tiempo al tiempo, con las licencias de la literatura y su extraordinario pulso narrativo, nos cuente algo que se parezca más a la verdad del crimen terrorista del 11-M. Le dejo esta interrogante como modesta sugerencia: ¿Quién es el Gabriel Syme que estuvo paseando la mañana del 11-M por el caótico escenario de Atocha?
No. Ninguna reflexión lógica conduce a relacionar ETA con el 11-M. ¡Ya hubieran querido los etarras ser capaces de concebir y ejecutar un acto terrorista tan eficiente, en el significado propio de esta palabra! No les falta instinto criminal, sino capacidad intelectual para algo tan quirúrgico, oportuno y sofisticado. Déjese ya Ángel Acebes de una insistencia que sólo pretende cubrir las serias vergüenzas de su pésima gestión al frente de Interior y que ciega, en el pozo de la versión falsa, las posibilidades de avanzar hacia la sombría gruta de la verdad oculta. Sigamos la lógica de lo inverosímil de Jardiel por la paradoja de Chesterton. En términos jurídico legales los autores materiales del crimen están efectivamente sentados en el banquillo, ante el Tribunal riguroso e independiente que les juzga. En términos políticos y sociales, la verdad está ahí fuera, como en el “Expediente X”, pero tan “chestertoniana” que cuesta trabajo creer que es verdad lo que es evidente. Dejémoslo aquí, por ahora.