La desaparición del Recurso Previo de Inconstitucionalidad ha creado un enorme vacío por el que se cuelan conceptos que deberían estar despejados previamente a cualquier otra acción política y que, en consecuencia, poniendo el carro delante de las mulas, propician un enorme desbarajuste de creencias, intenciones y acciones de gran calado político que, sin duda, deberían ser posteriores al análisis de un recurso previo. Porque, no siendo así; no existiendo ese recurso que clarifique la constitucionalidad o no de determinados artículos del Estatut de Cataluña, o de cualquier otro, como el valenciano o el andaluz; nos encontramos con que todas las acciones que se lleven a cabo en la elaboración de esa ley orgánica, -y nos referimos a su aprobación por las cortes catalanas, su paso por las generales y su refrendo popular- se convierten en supuestos arietes contra la posibilidad de que el Tribunal Constitucional decida, con su buen saber y obrar -que para eso está- enmendar una coma a lo aprobado por el pueblo soberano. Y si a ese ariete, creado por la mera funcionalidad, le sumamos los arietes con que amenazan desde diversas instituciones que son Estado, la "merdé" está mas que servida.
Espanta y aturde que el President
Montilla diga que se hará lo que el Parlamento de Cataluña, y los votantes consultados en referéndum han
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decidido, pasándose por el arco de triunfo cualquier decisión contraria de Constitucional. Y es que se siente fuerte; se siente apoyado realmente por esos arietes que, en realidad, no son algo baladí. Pero olvida que vivimos en un Estado de Derecho, y que ese Estado descansa en las instituciones, y que la decisión sobre la constitucionalidad o no de determinados aspectos de cualquier ley orgánica es tarea y decisión del alto tribunal. Nos merezca ese Tribunal la opinión que nos merezca, es el que tenemos y hay que acatar sus decisiones. De entrada, acatemos, decidan en el sentido que decidan. Luego existen mecanismos para reencauzarlas, incluyendo posibles reformas de la Constitución.
Pero Montilla, rodeado de los partidos nacionalistas, los separatistas de raza y los integrados, utiliza los arietes para presionar y coaccionar al Tribunal Constitucional. Aunque no solo ellos y no solo en ese sentido; desde el PP y la derechona más ultramontana también se usan arietes contra el Estatut. Y ambas partes cometen un craso error político y jurídico que en algunos casos, como el de Montilla, suenan a subversión.
En este asunto ha habido, y sigue habiendo, demasiadas interferencias y demasiadas voces, desabridas algunas, pusilánimes otras, muchas arrogantes, y muchísimas vehementes e ignorantes. Baste recordar la voz de
Zapatero, en este caso mitinera y frívola, prometiendo acatar lo que el Parlamento de Cataluña decidiera sobre el Estaut. Aquellas aguas...