El presidente Hugo Chávez acaba de declarar, bastante entusiasmado, en su último programa de radio y televisión que el Gobierno de Rusia ha aprobado un financiamiento de $2 200 millones de dólares para la compra de armamento por parte de la República Bolivariana de Venezuela. Con júbilo, comentó además, la forma en que operan los misiles del sistema antiaéreo que piensa adquirir también: "Hemos firmado el contrato ya para estos aparaticos".
Pregunta obligada para no ser ingenuo: ¿por qué creerle al presidente Chávez que sus compras de armamento son justificadas -sin importar la cantidad ni la especificidad de lo comprado- y no obedecen a ningún proyecto armamentista? La respuesta de quienes defienden estas millonarias compras es en el fondo la misma: la revolución tiene que defenderse, no importa el costo que implique, moral y económico. Chávez tiene que prepararse para un futuro ataque externo que intentará, como ha sido típico en la historia contemporánea, estrangular los "magníficos logros de la Revolución Bolivariana".
El problema es que se trata de una justificación que solo puede aceptarse ideológicamente. Provoca el delirio en quienes ya están delirando. ¿Es posible imaginar en serio a los EEUU de Obama atacando desde portaviones en el Caribe o desde Colombia a Hugo Chávez en una repetición cinematográfica de la guerra preventiva lanzada contra Iraq?
El Gobierno del presidente Obama acaba de cancelar la visa al presidente hondureño Micheletti. Para muchos, un gesto de transparencia a favor de la democracia por parte de Washington; para algunos, un exceso de ingenuidad. En todo caso, los EEUU han defendido los principios democráticos sobre las coincidencias geopolíticas. Chávez ha actuado al revés. Nunca se le ha oído la menor crítica al brutal autoritarismo del actual Régimen iraní ni a su desprecio por los procedimientos democráticos que tanto le preocupan en Honduras. Y le importaría muy poco que Moscú arrasase a sangre y fuego en un futuro próximo a alguna de las ex repúblicas soviéticas en el más puro estilo de las guerras coloniales. Habría que comprenderlo desde la lógica estalinista cómo la factura que la revolución pasa a la historia para purificarla.
A comienzos de este siglo, cuando se hizo público el Plan Colombia, se habló de una inminente guerra regional desatada por los EEUU. Nada de eso sucedió. Angostura, con toda su gravedad, no fue sino una excepción. Los fondos, el armamento, los militares estadounidenses apoyaron en todos estos años la lucha contra las FARC. Que el resultado haya sido válido es otra cosa. El hecho es que las FARC han perdido la iniciativa y están fuertemente golpeadas. Que sea la forma adecuada de combatir el problema de la droga es otra cosa. Nunca Colombia amenazó con una invasión a Venezuela ni ha utilizado el lenguaje de Chávez que pone una y otra vez batallones en la frontera.
¿Adónde conduce el creciente armamentismo de Chávez mientras la inseguridad y la escasez golpean a Venezuela? ¿Facturas que hay que pagar en nombre de la revolución?
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