Esa frase de
Rajoy, “no habrá próxima vez”, es un pronóstico muy arriesgado ¿No habrá nunca mas conflictos o no habrá Rajoy para arreglarlos?. No parece que la sustitución de un secretario regional o un cierto acuerdo para la presidencia de una Caja de Ahorros sea la solución de todos los problemas del PP en Madrid, en Valencia o en “el quinto infierno”. Tampoco que las sospechas de corrupción o la gestión de una entidad de crédito sean asuntos de los que nunca mas pueda hablarse, como si se tratase de asuntos internos de un partido y no de materias de interés público.
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El problema que pesa sobre los dos grandes partidos alternativos cara a unas futuras elecciones, para las que faltan dos años, una eternidad en política, es que por unos u otros motivos no pueden dejar de plantearse si sus actuales líderes son los candidatos ideales para una futura y lejana confrontación. Ni la conducción de la crisis socioeconómica ni la conducción del partido de oposición adornan con especial atractivo a los actuales dirigentes.
Para ganar unas elecciones generales no basta con la lealtad de los incondicionales de izquierda o derecha. Hay que sumar algo más: la movilización de la masa ciudadana independiente o indecisa. ¿Quién puede atraer y sumar esos votos a los de siempre y pactar los apoyos ajenos para complementar una amplia mayoría suficiente? ¿O es que debe el electorado conformarse con prolongar durante los próximos seis años el dualismo de dos líderes erosionados en el poder y en la oposición?. Salir de este sombrío panorama es lo que espera la opinión popular, si es que espera algo, para que la “próxima vez” no sea un tedioso concurso de resistencia estática sino una dinámica con futuro.