Si no fuera tan trágica la situación de Oriente Medio, diríamos que la cosa aburre. Muros, violencia, cercos, atentados, conversaciones, guerra, asentamientos, vuelta a empezar. Y sobre todo, desestabilización en la zona, pobreza y desesperación. Sin embargo hubo una vez en la que la paz estuvo tocada con la punta de los dedos. Bajo el auspicio del presidente
Clinton, en el año 2000,
Yasser Arafat y el primer ministro laborista
Ehud Barak se reunieron en Camp David. Barak le ofreció al líder palestino unas condiciones que difícilmente volverán a ser planteadas por un político israelí. Arafat las rechazó por miedo a la libertad y un gran vértigo ante la posible reacción de los núcleos más radicales del movimiento palestino, básicamente de Hamas. Así lo reconoció el propio Arafat que dio una muestra evidente de su cortedad de miras, de su diletante cobardía, de sus deseos de ser el árbitro del desastre en vez del creador del estado palestino. Antes que le llamaran traidor, prefirió seguir en su Mukata, en una situación lamentable, de la que no se excluye hoy su envenenamiento. Fue un líder irresponsable que prefirió vivir entre Pinto y Valdemoro, entre la paz y la violencia, entre la negociación y el conflicto, entre las alfombras de los palacios y la mugre de su esterilla. Le fue cómodo vivir en ese terreno etéreo donde nada se construye, para, de esa forma, ser el “Rais”. Hoy su pueblo se sigue pudriendo en la pobreza. No fue un Moisés que llevó a su nación a las puertas de la Tierra Prometida sino un flautista de Hamelín que le condujo al desastre.
Por aquí tenemos, desgraciadamente, muchos flautistas de Hamelín. Gente incapaz de liderar nada serio contra ETA. Hubo alguno que dio el paso y fundó Aralar, aunque a veces parece que se quedaron en el camino y la prueba está en que Na-bai hoy no gobierna en Navarra, por ésta razón. La Yenka fue un baile de la década de los sesenta pero hoy nadie serio está por la labor de dar un saltito hacia delante y dos hacia atrás.
En la primavera de 1977, auspiciado por
Telesforo de Monzón, tuvo lugar en el hotel Txiberta de Anglet (Euzkadi Continental) una reunión de todas las fuerzas políticas vascas. Se habían convocado las primeras elecciones legislativas para junio de ese año y las calles ardían en manifestaciones reivindicando la Amnistía total para todos los presos. ETA(m), con lo que después sería HB, defendía la no participación en aquellos comicios mientras no se decretara una amnistía general y se reconociera el derecho de autodeterminación y el principio de territorialidad. Por nuestra parte, después de registrarnos como partido, habíamos decidido acudir a las elecciones, entre otras razones, para sacar a los presos de las cárceles y, a tal efecto, y como nos preocupaba la situación de Navarra, formamos una candidatura conjunta para el Senado con el PSOE y ESEI defendiendo un Compromiso Autonómico. En las listas para el Congreso, cada partido presentó su propia papeleta.
Las posturas pues, no podían ser más irreconciliables. En un momento de la reunión,
José Miguel Beñaran "Argala", puso la pistola encima de la mesa. "Si vamos juntos, ganamos. La lucha armada se acaba aquí si hay un acuerdo que nos permita abrir una negociación como pueblo con el gobierno español". Pero no hubo posibilidad de acuerdo. Era elegir entre el todo o la nada. Y eso, en política no existe. No se pueden poner condiciones imposibles para negociar.
La cerrazón de ETA(m) en Txiberta puso punto final a cualquier tipo de pacto entre las fuerzas políticas vascas divididas por el muro de la violencia. Por un lado el PNV y el resto de fuerzas incluidas Euskadiko Ezkerra y una ETA (p.m.) que dejaría, las armas en los inicios de los años ochenta. Nosotros apostamos por el nuevo marco democrático con todas sus carencias. Acertamos. A los tres meses, las cárceles estaban vacías, y el futuro empezó a galopar.
.png)
Así pues a partir de 1977 lo que separará a ETA del resto de fuerzas políticas es la no aceptación del marco democrático surgido de la transición y la reafirmación de la lucha armada. ETA se autoproclamaba como la vanguardia del Movimiento de Liberación Nacional Vasco y, desde su ínfima minoría, se autoerigió en la voz del pueblo vasco "en lucha contra la violencia original y ofensiva del estado español”.
Desde entonces, poco o nada ha variado este delirante análisis que ha basado siempre su negociación en precisamente no negociar nada. Ellos tienen toda la razón y hay que dársela totalmente, mientras ETA y HB justifican la utilización del terror como arma política y etapa necesaria para la solución del "conflicto". Muertos, secuestros, extorsiones de todo tipo, violencia callejera, endogamia, manifestaciones, y muchos presos, es el triste balance de aquella mala decisión de Txiberta. Treinta y dos años perdidos en la desgracia. Únicos responsables: ellos. Las cosas claras.
Recordamos estos días el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín. Y tras él, de toda la Unión Soviética. Algo aparentemente increíble. Algo que parecía no iba a pasar nunca. Pero pasó. De ahí que también se vean claras las grietas en el Muro de ETA. Eficacia policial, contexto internacional, cooperación europea, ley de partidos, control de la información, encarcelamiento y hostigamiento de los líderes de HB, el caso es que parecería que algo se mueve, por primera vez y en serio, en ese mundo tan cerrado, tan dogmático, tan de todo o nada. Simple constatación.
Loiola fue el último Camp David de la mal llamada Izquierda Abertzale. Sus mediadores por parte de HB, eran tan solo unos enviados sin libertad de decisión. Y pasó lo que pasó. Cuando ETA dijo no,
Otegui, como Arafat, dijo no. No tuvo el coraje de seguir con algo, que como me comentó un militar español de alta graduación, les hubiera originado un verdadero conflicto. Todo lo avanzado en relación a Navarra "era muy bueno para el nacionalismo, pero muy malo para la españolidad. Otra cosa es valorar que si ese precio era el adecuado para acabar de una vez con ETA”. Pero ese debate se lo ahorraron. ETA se ocupó de atentar en la T-4 de Barajas y HB, una vez más de callar.
Ante eso me sigue llamando la atención todas estas idas y venidas, todas estas vueltas y revueltas, todo este manoseo continuo de los conceptos de un mundo que no parece vasco porque dicen que a los vascos nos describe caracterológicamente el que vamos al grano, no nos perdemos en circunloquios y nos exaspera la habladuría. Sin embargo ese mundo poco oxigenado es todo lo contrario.
Desde su presentación hemos criticado la ley de partidos, pero la sentencia de Estrasburgo le envió a HB un mensaje muy claro. Un mensaje que siguen sin codificarlo de manera adecuada mientras siguen encubriendo la realidad con eufemismos y, desde una minoría, hablando como si ellos fueran los únicos representantes de lo vasco. Como mucho del 11%. Cifra respetable, pero no más.
Terminen pues de dar el paso. Díganle a ETA que desaparezca, interioricen que éste país es plural, hagan política desde la razón, reivindiquen lo que quieran con la palabra y el voto, sumen fuerzas, abandonen esa prepotencia tan ofensiva, combatan el abuso con pruebas y votos y dense cuenta que si el Muro cayó de puro podrido, ETA ha de terminar. Actúen en consecuencia. Y como decía
Vaclav Hard: “Siempre he intentado recordar lo esencial: que la política es un servicio que nace de la ética”.
Y acuérdense de Arafat que iba para Moisés, pero prefirió quedarse en el camino como un triste Flautista de Hamelin.