El siglo XX se caracterizó, entre otras muchas cosas, por la impronta que dejaron algunos de sus líderes en el plano tanto político, como artístico, religioso, científico y social. En Europa, de entre los mandatarios aún podemos recordar a Churchill o la Thatcher en Inglaterra, a Charles de Gaulle o Mitterrand en Francia, a Felipe González en España, a Adenauer o Helmut Schmidt en Alemania, y por supuesto a Kruschev o Gorbachov en la desaparecida Unión Soviética. En América del Norte, por su parte, sobresalen las figuras de Roosevelt o de Kennedy. A pesar de ello, ha sido notable, de un tiempo a esta parte, la falta de un verdadero liderazgo en el ámbito de la política internacional.
Un breve recorrido por el escenario de la política mundial nos lleva a esa conclusión irremediablemente. Putin en Rusia, Berlusconi en Italia, Sarkozy en Francia o Zapatero en España son un buen ejemplo de lo que decimos. Busch o el propio Clinton en nuestro continente, no distan mucho de sus pares europeos, a pesar de su preponderante papel como presidentes de Estados Unidos. Las figuras públicas son, hoy en día, más un producto mediático que otra cosa. Un desmesurado afán por imponer su imagen personal más que la de su propio país, sobresale en casi todos estos personajes de alguna u otra manera. La política exterior de los Estados hoy en día se maneja como si fuera más un asunto personal que otra cosa. Para colmo de males, el comercio exterior va de la mano con los negocios de algunos de estos seudo líderes que no esconden o disimulan lo que hacen. Lo vimos durante el gobierno de Busch con la forma en como se manejo la política y el comercio petrolero de los EEUU hacia el Medio Oriente y donde los intereses del vicepresidente Cheney o del propio Presidente eran mas que evidentes. Lo mismo pasa en la Italia de Berlusconi o en la Rusia actual donde el hierro del personalismo de sus dirigentes lo marca todo. La famosa diplomacia personal de la que antes hacían gala algunos presidentes norteamericanos, como atributo excepcional que complementaba la del Estado, pasó a ser hoy en día, el instrumento del que echan mano todos los gobernantes, sean jefes de Estado o no, para mostrarse en publico y anunciar su liderazgo.
Que tenemos a nivel mundial una crisis de liderazgo es algo que no se puede negar. Sobre todo, por que no hay nadie que lo asuma o pueda asumirlo con cierta preponderancia. La caída del muro de Berlín y con él de la URSS, hizo que en cierta forma se rompiera el equilibrio que la tensión soviético-norteamericana mantuvo aun más allá de la guerra fría. Los bloques desaparecieron como consecuencia de ello y como si de un río que estaba represado se tratara, las aguas ahora libres de cauce, se desbordaron y cada quien cogió su propio derrotero. Eso explica como gobiernos personalistas como los de Irán o Venezuela surgen y pretenden alcanzar el estrellato, en un contexto político internacional como el actual. Son satélites sin rumbo que perdieron su centro de gravedad y que se parecen a esos niños faltos de padre, es decir, de un buen regaño. Eso, antes, lo hacia la Unión Soviética. Chávez sin embargo, busca la figura de ese padre en Fidel, mientras trata de emular a Berlusconi o a Putin y, porque no, al mismísimo Busch. Total, en política internacional hoy por hoy, se puede hacer casi todo lo que uno quiera.
Dicen que Obama es el hombre, el líder de las nuevas generaciones de políticos que salvarán al mundo. Sin embargo, yo tengo mis dudas. Cuando veo un gobierno como el de Chávez y pienso en lo que habría hecho alguno de los grandes dirigentes de la política mundial en aquel entonces, no me puedo imaginar a Obama tratando de ponerle el cascabel al gato.
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