El problema de los cuernos no es el acto en sí mismo. La pega es que te pillen. Y voy a hablar de los cuernos cuando se ponen por parte masculina porque sí, no porque no se pongan de la otra parte. Hay hombres que lo niegan hasta el final, incluso aunque sean sometidos a la tortura de la gota malaya. Otros, pillados en el fragor de la batalla pueden llegar a decir: “cariño, esto no es lo que parece”.
La tecnología ha hecho mucho por todos nosotros y los móviles se han convertido en el mejor delator de un hombre infiel si a su lado tiene una mujer cotilla (que lo solemos ser) que rebusca en bolsillos y mensajes enviados la prueba del delito. Claro que un hombre que es pillado por culpa de los mensajes es un hombre torpe que se lo merece. Porque si pones los cuernos, tendrás que hacerlo sin dejar rastro. No se puede apretar el gatillo sin limpiar las huellas dactilares.
Afortunadamente la mayoría de los hombres tienen una vida absolutamente anónima y su vida sexual la conocen como mucho sus amigotes. Luego, dentro de este anonimato no es lo mismo hacer perrerías en Madrid que en Cuenca. Ya sabemos todos como se las gastan en las ciudades pequeñas los cotilleos. Tiger Woods, el golfista, está viviendo en sus propias carnes la cara b de ser tan famoso y conocido. Sus líos de faldas con varias mujeres no sólo le están valiendo que su mujer le esté reclamando la mitad de su fortuna (yo se la reclamaría entera) sino que además los contratos publicitarios que tanto dinero le aportaban, le están dando la espalda. Lógico y normal. Nadie quiere que su marca se relacione con un hombre desalmado que cuernea a su mujer. Pobre Tiger.
La verdad es que viendo las fotos de la mujer del golfista me entra un consuelo. A las tías que están muy buenas, también las engañan. Porque la mujer de Woods es una impresionante modelo sueca de esas rubias con cintura de avispa y pecho enorme (vamos lo que viene siendo una mujer normal y proporcionada) ¿Se acuerdan ustedes de cuando la princesa Carolina de Mónaco era la mujer más deseada? Recordarán también que su primer marido, Philip Junot le fue infiel (y con varias). ¿Cómo es posible que a una mujer como Carolina le ponga alguien los cuernos? Pues sí, es posible. Así son ellos. Insaciables, nunca tienen suficiente. Y sí, me voy a atrever a generalizar porque conozco demasiadas historias similares como para no hacerlo.
El otro día hablando con una amiga que acaba de romper con su novio le pregunté: ¿pero te ha mentido? Y su respuesta me hizo mucha gracia por lo certeraque fue: “Gema, todos mienten, el problema es que hay que saber pillarlos” Tiene razón. No diré que todos, pero casi todos….Un mujer lista no tiene necesariamente que ser cotilla, basta con que tenga memoria y esté alerta para atar cabos para llegar a conclusiones. Y hacer preguntas, pero preguntas trampa. Eso les pone muy nerviosos y encima les hace cantar por bulerías sin que apenas una tenga que hacer esfuerzos. Hasta el hombre más inteligente suele ser bastante torpe y siempre deja un cabo por atar. En eso nostras somos mucho más sibilinas. ¡¡Dónde va a parar!!
Otro día hablaré de las mujeres que hacen lo mismo. Que no se me pongan en alerta ahora los antifeministas con que las mujeres también lo hacen porque ya lo sé. Pero hoy sólo quería hacerle un pequeño homenaje a esos encantadores hombres que nos ponen los cuernos y nos mienten alguna vez en nuestra vida. ¿No son para comérselos?
Consejo: si un hombre te pone los cuernos no le montes ningún drama. Págale con la misma moneda. Cuanto más infiel es un hombre, más posesivo suele ser.