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Conthe: conciencia o indignidad

miércoles 25 de abril de 2007, 13:16h
La Fundación Independiente, presidida ahora por la muy activa María Jesús Prieto Laffargue, ha iniciado unos desayunos de debate, con los que intenta definir las vías de actuación que puedan corresponder, en el enrarecido clima político español de ahora mismo, a eso que se denomina “la sociedad civil”, tan potente en el mundo anglosajón y tan débil por nuestras latitudes. La presencia de Antonio Garrigues, como uno de los ponentes, suscitó la posibilidad de coordinar esfuerzos con la Fundación Ortega y Gasset, que preside el distinguido abogado.

El plato fuerte del desayuno fue el primer ponente, nada menos que Josep Antoni Durán i Lleida, líder de la UDC, mano derecha durante muchos años de Jordi Pujol y una de las figuras más capaces, templadas y centradas del nacionalismo moderado catalán. Durán i Lleida no defraudó las expectativas de los reunidos. Hizo una descripción desoladora del actual momento político, admitió sus más que reservas respecto a la necesidad y oportunidad de la reciente reforma del Estatut y respecto al mismo nuevo Estatut e insistió en la conveniencia de que Catalunya, y desde luego los nacionalistas moderados catalanes, participen activa y directamente en el gobierno del Estado.

La sorpresa vino de la mano de Antonio Garrigues, viejo y admirado amigo, que repartió las culpas de la actual crispación entre los dos grandes partidos, PSOE y PP, pero de manera que parecía corresponder a este último, el PP, la mayor “cuota parte” de culpa, por negarse a respaldar sin fisuras al gobierno de Rodríguez Zapatero en los temas de terrorismo. Observé la sorpresa en varios rostros. ¿Cómo va a respaldar el PP una política contra el terrorismo que se desconoce, porque el Gobierno la oculta celosamente hasta en sus menores detalles, exigiendo fe en su más estricto sentido de “creer en lo que no vemos”?

En fin, todo eso es muy opinable, pero a continuación Antonio Garrigues arremetió contra Manuel Conthe por el empeño del hasta ahora presidente de la CNMV de explicar en el Congreso las causas de su dimisión. Para el distinguido abogado, elocuente y acertado en el resto de su exposición, a Conthe le había nombrado el Gobierno, había dejado de tener su confianza y por tanto su obligación era irse, y más adelante, si le apetecía, publicar sus quejas en los periódicos. Tanta afición por la disciplina y el secreto al servicio del poder hacía mucho que nadie la declaraba sin rodeos. El Parlamento no está para estas cosas, sentenció Garrigues. ¿Y entonces para qué está?

Si alguna duda quedaba a los ciudadanos de que el “caso Endesa” es un asombroso escándalo de colusión de política y negocios, la despejó precisamente Conthe en su comparecencia parlamentaria, con el Gobierno metiendo mano sin pudor en las decisiones empresariales y con las vergonzosas actuaciones de Arenillas, Sebastián, Taguas y demás compañeras y compañeros de la que aparece como una rara “oficina de influencias” de La Moncloa. Lo menos que los españoles merecen es que cosas tan malolientes se aireen donde debe ser, esto es, en el Parlamento, con luz y taquígrafos.

Manuel Conthe ha sido sacrificado porque no quiso confundir la lealtad política con la lealtad mafiosa. Nunca me fue simpático. Creo que es hombre difícil para suscitar simpatías. Pero se ha ganado a pulso el respeto general que sólo merecen las personas decentes y consecuentes. El respeto que merece actuar en conciencia, incluso cuando va contra los propios intereses. Otros han preferido la indignidad de agachar la cabeza. El tiempo pondrá a todos en su lugar.
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