miércoles 31 de marzo de 2010, 18:00h
La palabra premio se usa en literatura para definir a la obra mejor calificada de un concurso, pero también para nombrar al galardón o calificación que se otorga a un autor por su obra general, cuando se estima que ella ha contribuido al enriquecimiento de la cultura humana.
En el primer caso, se trata del estímulo dado a un autor, por una obra determinada, para que siga adelante en su esfuerzo creativo. En el segundo, se trata de un reconocimiento general a la obra de un escritor, otorgado cuando ella es ya copiosa o trascendente, y el autor ha logrado el reconocimiento del público especializado.
La creciente multiplicación de los premios se ha convertido en un signo de la vida contemporánea. Instituciones políticas deseosas de estimular la cultura, editoriales en busca de mayor público, periódicos y revistas ansiosos de mayor circulación, son algunas de las entidades que han instituido premios literarios. Así, han surgido premios nacionales, internacionales y hasta locales, de diversa importancia. Hay unos que valen por su significación, otros que valen por el monto y otros más que valen por ambas cosas.
Entre los que destacan por su significación e importancia, y no por su monto, están los Premios de Casa de las Américas, creados hace 51 años y prestigiados por la rigurosa selección de las obras premiadas, encargada a jurados de renombre. Empero, además de sus premios conocidos, la Casa estableció, desde el año 2000, tres premios literarios de carácter honorífico, para premiar libros relevantes publicados en nuestra América: Premio José Lezama Lima, en poesía; Premio Ezequiel Martínez Estrada, en ensayo, y Premio José María Arguedas, en narrativa.
Entre los escritores que han ganado el Premio José María Arguedas figuran el nicaragüense Sergio Ramírez, los argentinos Miguel Bonasso y Abelardo Castillo, el chileno Antonio Skármeta, la costarricense Anacristina Rossi, el brasileño Rubem Fonseca, el dominicano Marcio Veloz Maggiolo, el mexicano Miguel Toscana y el colombiano Roberto Burgos Cantor.
Este año, el premio ha sido otorgado al escritor ecuatoriano Francisco Proaño Arandi, por su última y excelente novela “Tratado del amor clandestino”. Según el jurado calificador, la obra fue galardonada “por su excelente prosa y el ingenioso modo en que el autor recupera, a través de la memoria, una historia de amor, de locura y de muerte”.
Para quienes conocemos a Francisco Proaño, este premio es una suerte de consecuencia natural de su creativo y sostenido trabajo literario. Éste se inició, en el relato, con la publicación de Historias de Disecadores (1972), siguió con la novela Antiguas caras en el espejo (1984), los libros de cuentos Oposición a la magia y La Doblez (1986) y continuó con las novelas Del otro lado de las cosas (1993 y 2003) y La razón y el presagio (2003). Luego siguió con los cuentos de Historias del país fingido (2003) y Perfil inacabado (2005) y las novelas El sabor de la condena y Tratado del amor clandestino (2009), esta última finalista en la XVI edición del Premio Rómulo Gallegos, de Venezuela, y merecedora del Premio José María Arguedas, de Cuba.