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Apuntes desde la Sala. La escuela de terror

Apuntes desde la Sala. La escuela de terror

lunes 07 de mayo de 2007, 22:59h

"!Mata a ese perro!", "!mata a ese infiel!". Contemplándolo siempre callado, casi siempre concentrado en un punto de la Sala al que solo él parece acceder, nadie diría que Rabei Osman El Sayed, "El Egipcio", tiene algo que ver con aquel exaltado que en mayo de 2004 contemplaba embelesado el contenido de un video, que le había llegado por e-mail, en el que un rehén era degollado por combatientes de yihad. Pero sucede que a este hombre, que allá en la pecera parece ser inmutable y ajeno por completo al resto de los reos del 11M, la policía italiana  le había controlado por los cuatro costados 24 horas sobre 24: teléfonos pinchados, dos micrófonos en su apartamento de Vía Codore de Milán y seguimiento de todos sus correos electrónicos y demás operaciones a través de internet, aparte de agentes apostados en las inmediaciones de su casa. Y entonces resulta que el hombre impasible, que sigue enfundado en un forro polar con el cuello levantado, porque parece que sigue helado en la Casa de Campo, era un ayatolá de la yihad y un maestro de futuros terroristas dispuestos al martirio, o sea, a acabar con su vida llevándose por delante todas las que pueda de todo tipo de seres humanos, hombres mujeres o niños, ¿que más dá? ¡cuantos más mejor! en respuesta a cualquier injusticia que sufra un árabe en el mundo, es igual  que sea de Afganistán, de Irak, de Chechenia, de Palestina, de Bosnia... Y aquel día visionando aquellas imágenes ante el alumno en su escuela italiana de terror, Rabei, según el relato de la policía, se enardeció.

Hoy Rabei ha salido de la pecera con permiso del presidente Gómez Bermúdez y se ha situado en la primera fila de los acusados no presos, escoltado por dos policías nacionales y un intérprete de árabe clásico. Decía el presidente que quería proteger el derecho de defensa y que así el acusado podría comunicar mejor con su abogado. Se ha dejado en el habitáculo de cristal los dos cascos que habitualmente suelen modelar su rostro, a manera de orejeras, casi formando una unidad con su barba cerrada.  El interprete ha sustituido en el trabajo al ingenio electrónico y le ha ido traduciendo del italiano el testimonio de un policía antiterrorista que le controló durante meses. El agente relató con precisión casi científica como le pincharon más que un acerico después de que la Policía española les diera el aviso de que este individuo podía estar en Italia con no muy buenas intenciones. ¡Bingo! El Rabei  Osman que se retrató en estas investigaciones  solo se parece al de ahora de la Casa de Campo en su carácter absolutamente reservado. Salía de casa solo para ir a la Mezquita o para hacer algún trabajito como pintor de brocha gorda. Su vida secreta, la que puede estar escondiendo desde que se inició el juicio tras su mirada enigmática, era callada, en la intimidad de su escuela de terror, la de un concienzudo adoctrinador de terroristas. A través de conversaciones telefónicas y de escuchas “ambientales” –micrófonos en las habitaciones- la policía descubre que instruye a un joven discípulo, de nombre Yaia, al que convence de que hay que hacer la yihad y al que prepara para que se inmole siguiendo el camino de los mártires, después de días y días de teórica mistico-terrorista, apoyado por páginas del radicalismo islamista localizadas en internet, sagradas lecturas y cassetes con salmos para perder el miedo al martirio, como el llamado “El desfile de los mártires”. Con esos cánticos, le diría, según la policía, Rabei al joven Yaia “se quitaban el miedo los mártires de Madrid”. "Hablaban de la yihad, del martirio, le enseñaba videos radicales con escenas de muyaidines, le hacía escuchar cintas en las que se hablaba de los mártires y el sacrificio por Dios", ha relatado el policía resumiendo horas y horas de cintas en las que fueron grabadas las escuchas. Pero para desgracia de Rabei, si es que el Tribunal hace caso al experto antiterrorista italiano, el disciplinado Yahia se ha convertido en el mejor cebo para pillar al considerado autor intelectual número 1 de la masacre del 11M. Yahia es el confidente al que "El Egipcio" relata en las charlas de su casa italiana que el 11M es un proyecto suyo y al que le dice que quienes lo hicieron, o sea, "los mártires", los salvajes asesinos, eran amigos suyos.

JURAMENTO. Más aún, la policía tiene registrado un juramento de muerte en la celda se seguridad cuando ambos fueron detenidos. El maestro hace jurar al alumno que nunca le delatará ni dirá palabra alguna de todo lo que le ha contado del 11M.

La casa del Egipcio era también un centro internacional de comunicaciones con otros sospechosos de terrorismo islamista. Rabei hablaba por teléfono móvil con Bélgica con su amigo Mourat Chabarou, también dispuesto al martirio, o sea a matar, y encarcelado en aquel país por terrorismo. Llamaba también a los imanes más radicales de Egipto. Y de España se comunicaba con Fouad el Morabit, otro de los acusados de la pecera, quien hoy no perdía ripio de lo que decía el policía en su relato sobre las actividades italianas de su presunto jefe El Egipcio. Casualmente siguiendo el teléfono móvil de Fouad es como la policía española conmoce de la existencia del Egipcio. Aunque no aparece en esos contactos telefónicos, quien hoy estaba muy interesado en lo que se decía en la Sala era el reo Basel Ghalyoun, que no soltaba ni un solo minuto, de su mano derecha,  el mando que acciona la traducción simultánea. Fouad y Basel son según la fiscal Olga Ramos los dos contactos de los que se habría servido el Egipcio para formar parte del grupo terrorista que habría dado infraestructura a la salvajada del 11M. Los demás encarcelados seguían la sesión distraídos o sonriendo entre ellos  como si todo lo que  allí se estaba hablando les fuera ajeno.

A este lado del cristal el supuesto cerebro de todos los delitos de los que se les acusa asentía levemente ante las explicaciones que recibía de su intérprete, con la oreja derecha pegada a su boca, apoyando el mentón sobre el puño cerrado.
Dos meses después del inicio del juicio la vista ha girado como una ruleta y se ha vuelto a parar en el presunto número 1, en el primer hombre que se sentó a declarar en el banquillo de los acusados. Su abogado y él pidieron dos semanas para estudiar las grabaciones de la policía italiana que le incriminan. La prueba es tan fuerte que intentaron eludirla diciendo que el audio era deficiente y que además se oían voces que no corresponden al acusado. Ahora los dos se enfrentan al testimonio directo del hombre que ordenó y controló esas grabaciones. Todo un testimonio de cargo.

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