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Intocables vivientes

Intocables vivientes

martes 08 de junio de 2010, 22:04h

   Cuando la vicepresidente Salgado regresaba de Bruselas ayer con la aprobación provisional de las medidas de ajuste acordadas por el Gobierno español, no podía disimular que omitía detalles y prefería diferir a unas días más tarde la información que se guardaba. Inútil intento, porque todo el mundo sabe que sus colegas comunitarios y el “mercado” europeo han aplaudido las actuaciones aprobadas, pero también han solicitado que se acometa con decisión la reforma laboral y de las pensiones con “determinación”, "Hay que hacer más", dijo ayer Rehn. El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, afirmó que tanto España como Portugal "necesitan más medidas de consolidación más allá de 2011, así como más progresos en las reformas estructurales". Ya veremos como evoluciona la situación en las próximas semanas, lo que podremos aventurar en cierta medida el próximo día dieciséis.

   Pero por mucho que la percepción de la crisis haya cambiado los rostros de algunos políticos de este país, no parece haber afectado a las ideas fijas sobre algunas cuestiones de gobierno: no hay reducción de ministerios y organismos poco útiles, no se tocan las prestaciones más brillantes de la política social sanitaria y educativa (¿no podían esperar alguna de ellas un año?), no se aborda el despilfarro en algunas subvenciones a energías renovables ni se corrigen los abusos, y sobre todo, no se quiere ni oir hablar de emprender una campaña de la Agencia Tributaria para levantar las abundantes bolsas de fraude fiscal que, no solo  se componen de economía sumergida de subsistencia ,como ocurriera por los años setenta, sino que afecta a empresas con alta actividad y beneficios que suponen el 23,3% del total del producto, que no contribuyen a los gastos de la sociedad y, además, producen una situación de competencia ilícita o desleal. Los técnicos de Hacienda, especialmente los de la organización Gestha aseguran que se podrían recaudar 38.000 millones de euros en los próximos tres años, pero esto exige una reordenación de la inspección, dotándola de más medios personales, jurídicos e instrumentales.           

   Produce sorpresa que en un país de nuestro entorno y de parecidas dificultades, como es Italia, gobernado por un equipo de la derecha más montaraz, el propio Berlusconi ha elegido como fórmula preferente para corregir el déficit público las medidas fiscales, gravando a las rentas más favorecidas. Otro tanto se ha anunciado en Alemania y en el Reino Unido. Aquí se ha dicho con sordina y  con cierto sonrojo que se reintroducirá el Impuesto de Patrimonio y se establecerá un impuesto transitorio y especial para las rentas más altas. Y esto es todo, esperando a ver que ocurre con la reforma laboral y el ajuste de  jubilación y pensiones. El caso es que parece que en España hay  intocables, a diferencia de otros países.

   Es cierto que Rodríguez Zapatero está lidiando una situación gravísima que ha afrontado in extremis, cuando la crisis nos había entrado hasta la cocina. Tiene poco margen de maniobra para enderezar la situación, puesto que los análisis de partida y sus remedios tienen que tener la aprobación de Europa y de los “mercados”. Y está muy bien que, a diferencia de Aznar que equilibró las cuentas públicas privatizando las mejores empresas públicas a barata canción, prefiera una mera reorganización del sector público empresarial. Pero, por el contrario,  esa resistencia a ultranza a remodelar su gobierno y en cambio suprimir otras entidades territoriales o cambiarlas, o a suprimir municipios o agruparlos para ahorrar costes, es una ficción como se ha demostrado en las comunidades en las que se han creado entidades intermedias como veguerías y comarcas, con resultados bien mediocres.

   A punto de concluir la etapa de presidencia española que ha condicionado muchas decisiones, Rodríguez Zapatero tiene que volcar sus energías para completar el ajuste con medidas tributarias y rediseñar su gobierno. La impopularidad ya la tiene ganada y bien ganada. A ver si ahora sabe ganar poco a poco una reputación de eficacia. Quién sabe: si el partido popular sigue apoyando, todo es posible.

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