Dejar la cartera, el despacho, el poder, por mucho que algunos "ex" lo minimicen, debe escocer. Pero, frente a la perdida del cargo o de cualquier otra prerrogativa, siempre hay quien actúa con dignidad y a quien le sale el rencor. Son los ex ministros que destapan los trapos sucios que no contaron cuando debían.
Ejemplos los hay variados pero viene esto a cuento de las declaraciones esta misma semana de la ex ministra de la vivienda Maria Antonia Trujillo. Seguro que muchos recuerdan sus pintorescas propuestas, cuando en España comprarse un piso era tarea más que imposible, en tiempos de la burbuja inmobiliaria. Pues bien, la entonces titular de la Vivienda, la Sra. Trujillo propuso las "soluciones habitacionales" que eran una especie de cuchitriles para que los "adolescentes", ya cercanos a la cuarentena, pudieran independizarse de sus padres.
Para facilitarles la tarea, en la búsqueda cubículo, hizo una campaña, con
deportivas incluidas, incitando a los jóvenes a echarse a la calle a buscar piso.
Trujillo fue cesada, no por estas tonterías, si no porque se creyó que una mujer con experiencia, como Beatriz Corredor, podría afrontar la etapa de crisis que se avecinaba. El error de cálculo está en el origen: los que sobran son ministro y ministerio que, teniendo todas las competencias trasferidas a las comunidades, no tienen razón de ser. Aunque su actual responsable haya iniciado una campaña, por todos los medios de información, tratando de justificar su puesto de trabajo, ahora que se rumorean remodelaciones.
Volviendo a la ex, Maria Antonia Trujillo, sin que se le note el despecho, recomienda ahora (precisamente ahora que tanta falta hace) que no se compren pisos...
Lo mismo podría decirse del ex ministro de Cultura César Antonio Molina, que describe, precisamente ahora, la permanente intromisión del Presidente en su gestión y las razones frívolas que llevaron a su cese. O el también ex, Jordi Sevilla, que no desaprovecha ocasión, también ahora, para negar cualquier solvencia a las propuestas económicas de Salgado. ¿Por que no lo dijeron entonces? ¿Por qué no dimitieron?
Frente al rencor, la dignidad. Es el caso de
Pedro Solbes. Ha reaparecido en diferentes tribunas, acompañado de otros dirigentes socialistas que tuvieron cargos de responsabilidad en la etapa de
Felipe González, muestra su disconformidad con alguna de las decisiones del actual Gobierno pero tuvo el coraje de decirlo cuando estaba en Moncloa. Lo hace desde el rigor económico, con respeto y defendiendo los mismos criterios de ajuste del déficit que le llevaron a discrepar abiertamente con Zapatero cuando era su segundo. El sí dijo que se quería ir, y la verdad es que tiene mucha mejor cara.