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El Gran Prix de Valencia

El Gran Prix de Valencia

viernes 11 de mayo de 2007, 19:01h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes.

Pues sí, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y campaneados niños y niñas que me leéis, aquí quien no corre vuela y quien no está inaugurando algo –aunque lo prohíba la Ley Electoral—como que está paseando a figurones mediáticos para que le apoyen. Fijaos sino en lo de ayer, en la Valencia –tierra de las flores, de la luz, del color, de Camps y de Barberá—que los peperos, gobernantes y triunfantes, se trajeron a Bernie Ecclestone, el capo dei tutti capi de la Fórmula 1. Iban a firmar el contrato del Gran Premio Automovilístico de Valencia, pero la cosa se quedó en la foto. ¿Por qué?, os preguntaréis. Porque Ecclestone (dicho sea entre nosotros, podridísimo de pasta, pero de origen reciente) supedita la firma –la cosa va de ocho años consecutivos-- a la reelección de Francisco Camps como presidente e la Generalitat valenciana. Dice que quiere un circuito urbano (como el de Montecarlo, pero con el aroma de azahar de los naranjos) y que no le vale el circuito de Cheste. Vamos, que quiere llevar la emoción a las calles de la capital valenciana, con el olor a gasolina y todo eso.

 

Naturalmente, pequeñines míos, al socialisterío del Reino de Valencia la cosa le ha sentado fatal. Dicen que una propuesta así, antes de las elecciones, como que suena a chantaje. Según se mire, claro. Porque el buenazo de Bernie se ha limitado a ofrecer lentejas al personal. Si las quiere las tomas y, sino, te las tragas. La gente tiene que poder elegir entrelos socialistas Carmen Alborch (alcaldable) y Jesús Plà (presidenciable) y el támdem pepero Rita Barberá y Camps. Luego a quienes los votos se lo den, Bernie Ecclestone se lo bendiga o se lo maldiga.

 

Y tiene su aquel que el PePé esté a favor de los grandes espectáculos deportivos. Primero la Copa del América (un acierto del carísimo Ernesto Bertarelli, tan apreciado en los ambientes financieros de Ginebra) y, ahora, elecciones mediante, el Grand Prix de Valencia. ¿Será por espectáculo? Serálo, digo yo.

 

Pero, de ganar los peperos el 27M (cosa, por otra parte, nada improbable) creo yo, con la clarividencia y el sentido deportivo de la vida que me caracteriza, que no estaría de más algo tan fantástico como la inclusión, previamente, de una carrera urbana de la clase senior. Es una idea que le brindo a Alejandro Tariq Agag –ya sabéis, el padre de los nietos de Ana Botella—que es uña y carne de Ecclestone. Sería todo un detallazo con su suegro José María Aznar, al que recientemente se le han descubierto (gracias a las copitas de vino que ingirió en Valladolid) auténticas aptitudes de as del volante y de rey de la velocidad. Verlo arrancar desde los primeros lugares de la pole position sería, sin duda alguna, un gran espectáculo deportivo, de los que podrían retransmitir íntegros, pongamos por caso, Telemadrid, el valenciano Canal Nou, la tele de Baleares o la TV autonómica de Murcia.

 

No obstante, pese a la brillantez de mi idea, una duda se apodera de mi ánimo. ¿A los pilotos de Fórmula 1 les hacen soplar? Y, en caso afirmativo ¿también deben soplar los de la categoría senior?

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