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El caso francés

El caso francés

lunes 18 de octubre de 2010, 11:47h
    Cuando faltan dos días para que el Senado francés vote sobre el polémico proyecto de reforma de pensiones, el presidente Sarkozy está acorralado por las protestas de la calle. Se ha producido desabastecimiento en las gasolineras y en los aeropuertos, y los manifestantes pretenden parar el país y evitar que la edad de jubilación pase de los 60 a los 62 años. A la protesta se han sumado los estudiantes, que argumentan que retrasar la edad de jubilación tendrá como consecuencia mayores dificultades para el relevo generacional en el mercado de trabajo.

     Alguien dijo que Francia es un laboratorio de lo que, poco después, sucede en España. También existe el criterio de que lo que mucho de lo que sucede en Estados Unidos ahora mismo…llegará a España  en unos diez años. Quizá la sociedad global acorte esos plazos, y hoy todo tienda a ser más rápido y más inmediato.

     Con todos los matices que se quieran introducir, la protesta francesa de estos días nos recuerda aquellos sucesos de mayo del 68, aquéllos tiempos de “prohibido prohibir” y de “la playa está debajo de los adoquines”. Una grave crisis económica y una no menos grave crisis moral lleva a cuestionar viejos planteamientos, y se les han caído los palos del sombrajo a la sociedad alegre y confiada.

     Para entender lo que puede ocurrir en España en los próximos años, conviene asomar la cabeza más allá de los Pirineos y ver lo que está ocurriendo en Francia, donde los automovilistas acuden en tropel a las estaciones de servicio para llenar de combustible los depósitos por temor a que se agoten las existencias. Y donde, en las manifestaciones, se exhiben pancartas en que se lee: “Por una vida después del trabajo”. Así de sencillo y así de claro.

    Porque, amigos, vivimos en un mundo plagado de contradicciones, donde un puesto laboral es un bien escaso y donde, según los científicos, si se sigue con la actual irresponsabilidad en el consumo de energías harían falta dos o tres planetas Tierra para satisfacer la demanda.

     Pero vayamos al ejemplo francés, a ese clamor que se escucha en las ciudades galas y que, tal como la historia nos enseña, muy pronto será nuestro propio clamor. Quizá, en contra de lo que mantiene el maltrecho aún presidente de la CEOE, Díaz Ferrán, no se trate de “trabajar más y por menos dinero”, sino de trabajar mejor y por un salario digno. Y, mirando hacia Francia, no se trata de escarmentar en cabeza ajena sino, sencillamente, de aprender. ¿Alguien, en el gobierno de España, está tomando nota de esta situación, o todo se reduce a hacer concesiones al PNV para aguantar hasta el final de la legislatura y, a fin de cuentas, para mantenerse en el sillón de La Moncloa?


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