lunes 18 de octubre de 2010, 22:49h
Los medios de comunicación han convertido el deporte en una industria lucrativa. Casi todos los deportistas con un cierto “glamour” son reclamados por sus seguidores y desde no hace muchos años las mujeres también se han incorporado a la lista de quienes son más solicitados para que representen los productos que con gran despliegue económico ofrecen sus ofertas publicitarias.
Los cuerpos esculturales de las deportistas, que no han pasado inadvertidos para la moda y la publicidad, son un reclamo también para una afluencia masiva de público en las diversas competiciones.
Las complexiones físicas de estas mujeres que se muestran en los torneos de tenis y de voley, por ejemplo, resultan de una belleza tan espectacular que no dejan indiferente a nadie, por lo que se mantienen en el ojo mediático por su inestimable belleza.
Por fortuna, la noción de la imagen corporal de la mujer ha variado de tal modo que ha retomado el control de su propio cuerpo, haciéndose visible para el conjunto de la sociedad.
Cyniska, que era descendiente de los reyes de Esparta, colocó una piedra esculpida en Olimpia para recordar la carrera que le llevó a la victoria, “siendo la única mujer de toda Grecia en ganar". Las mujeres, entonces, como hasta no hace muchos años al menos en España, estaban excluidas de la práctica deportiva. El extinto CND (Consejo Nacional de Deportes) limitaba, restringía o prohibía la participación femenina en los deportes considerados "masculinos".
La mujer se dedicaba a la maternidad, por lo que, por expresarlo de algún modo, su cuerpo no le pertenecía. La mujer ideal debía ser bella y joven, para lo que la industria abastecía al mercado con cuantos productos y tratamientos fueran necesarios para alcanzar los objetivos propuestos.
Ahora, para que se sienta segura, libre y autónoma y pueda ser aceptada por la sociedad, no sólo ha visto incrementadas estas propuestas sino que además se ve en la necesidad de someterse a cirugía embellecedora para obtener una imagen corporal impecable y aparentar al menos 20 años menos de los que realmente tiene.
Lili Álvarez, una deportista española conocida sobre todo por su participación en campeonatos de tenis al ganar en dobles Roland Garros en 1929 y jugar las finales de Wimbledon en 1926, 1927 y 1928, fue la síntesis de elegancia, belleza y distinción española en un mundo dominado por hombres, donde en ningún momento dejó que éstos impusieran su voluntad e hizo que quienes pensaban que la mujer no disponía de perseverancia para el trabajo y además no contaba con aptitudes para el rendimiento físico les hizo morder el polvo al ganar su primer campeonato de patinaje en Saint-Moritz a los 12 años, ganar el Campeonato de Cataluña de Automovilismo a los 19 años, al ser convocada por la delegación española de los Juegos Olímpicos de Invierno de Chamonix de 1924 y al ganar el Campeonato de España de Esquí Alpino en 1940.
Conocida como The senorita por la prensa anglosajona, desde entonces a hoy las cosas han cambiado sensiblemente y parece que finalmente el turno les ha llegado a las mujeres.
La temática del cuerpo gana cada vez más espacio en la fábrica de imágenes -cine, televisión y publicidad-, donde éstos juegan un papel fundamental en este proceso. Se supone que en el caso de quienes se ganan la vida con el deporte, lo que exhiben al público es un cuerpo perfecto e ideal que comprende nociones de salud, vitalidad, dinamismo y, por supuesto, belleza. La práctica del culto al cuerpo, que podría entenderse como un consumo cultural, es motivo de interés en todas las clases sociales, por cuanto el cuerpo figura como uno de los elementos centrales de nuestra vida.
Con el despliegue de medios que pueden brindar mujeres como María Kirilenko, Daniela Hantuchova, Leryn Franco, Kristi Leskinen, Allison Stokke o Gina Carano, la belleza, el deporte, el sexo y los bienes suntuarios parecen estar al alcance de la mano de cualquiera.
Ubaldo de Casanova Todoli. Periodista.