Todos los que hemos leído y disfrutado con la obra del desaparecido Saramago conocemos su innato talento para la fabulación y su destreza en la creación de personajes de ficción como el entrañable Don José de Todos los nombres o la Blimunda de Memorial del Convento. Pero también conocemos la tendencia de mezclar en sus libros -para disgusto o gusto de sus detractores- y ficción con cierto adoctrinamiento político. Saramago era un escritor de extraordinarias novelas y casi nunca lograba escapar de otra de sus facetas : la de ensayista político.
En Ensayo de la lucidez, el Premio Nobel da paso al mejor ensayista político relegando al novelista. En esta obra, Saramago habla de la decadencia de la democracia y ve en el voto en blanco el único mecanismo posible de redención o rebelión.
Estos días en los que nada es ajeno a la política, estando como estamos en plena pre campaña electoral, tanto en Cataluña como en el resto del Estado, las palabras del portugués me parecen más lúcidas que nunca.
En su fábula se plantea la siguiente hipótesis : ¿Qué pasaría si el 83% de la población votara en blanco?. Esta hipótesis cobra significado real ante la desvirtualización de la democracia : corrupción generalizada, impunidad de un sistema financiero muchas veces corrupto y que nos ha condenado a una crisis económica sin precedentes, un poder judicial peligrosamente dañado, y una sensación de desesperanza colectiva en la sociedad civil.
Desde mi absoluta responsabilidad como demócrata creo que las palabras de Saramago cobran especial relevancia en estos momentos de incertidumbre.
Quizá sea momento de pensar en el voto en blanco. Quizá ya sea momento para la lucidez.