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Los números no cuadran

Los números no cuadran

viernes 29 de octubre de 2010, 18:21h

La economía es la mayor preocupación de los norteamericanos en estas elecciones y los políticos la atienden con los habituales eslóganes electorales, en que tanto republicanos como demócratas defienden sus tácticas tradicionales: los unos hablan de cortar impuestos y los otros de gravar a los más pudientes.

En realidad, ninguna de las promesas son creíbles y todavía hacen más difícil votar por cualquier candidato: si realmente cree lo que dice, muestra una ignorancia peligrosa. Si entiende la situación, miente descaradamente al electorado.

Es porque el problema tiene dos vertientes. La inmediata, que es el desempleo y a largo plazo el gigantesco déficit que no para de crecer. Cierto que la recesión ha aumentado el gasto público a causa de programas coyunturales y de los subsidios de paro, pero también es cierto que, con o sin recesión, nadie puede prometer enjuagar el déficit sin unos cambios estructurales: la economía del país no genera suficiente como para pagar las obligaciones contraídas por sus gobiernos al cabo de los años.

Hay quienes hablan de la era dorada de Bill Clinton, en que el presupuesto tenía un superávit, pero no era real porque no incluía las obligaciones de la Seguridad Social, que no se financia con un fondo de pensiones, sino que sale de los presupuestos generales del estado. Y a medida que la población envejece, este presupuesto tiene más jubilados a qué atender y menos trabajadores que contribuyen con sus primas.

El déficit actual, previsto en 1.5 billones de dólares este año y en poco más de 1 billón en los siguientes, amenaza la estabilidad económica del país: tan solo para pagar la deuda acumulada, los norteamericanos tendrán que dedicar el 4% de su PNB dentro de diez años, lo que equivaldría al 70% del presupuesto previsto para entonces.

Pero la principal preocupación de los políticos no es sanear del déficit sino ganar votos y les costaría obtenerlos si presentan las cuentas claras: por una parte, los impuestos norteamericanos del 28% del PNB mucho más bajos que en Europa o Japón, donde rondan el 40% y, por la otra, más de la mitad del presupuesto corresponde a programas 'intocables' que aumentan cada año según fórmulas aplicadas automáticamente.

Estos programas son las pensiones, las subvenciones médicas a los pobres (Medicaid) y el seguro médico a los jubilados (Medicare), que ocupan el 56% del presupuesto. El gobierno sólo puede meter tijera al otro 44 % de programas 'discrecionales', como la educación, el seguro de paro, o la defensa nacional..

Hoy en día, el gobierno federal gasta anualmente en promedio 30.500 mil $ por familia y recibe del fisco tan solo 17.800. Este déficit de casi 13.000 $ por familia, deja un agujero en el ejercicio público previsto este año en 1.5 billones de dólares.

Aún teniendo en cuenta que los gastos por programas coyunturales y por subsidio de paro se han de reducir después de la crisis, cualquier solución pasa por equilibrar los ingresos y los gastos: o Estados Unidos cobra más impuestos, o ahorra en sus programas.

No es realista pensar que se eliminen totalmente partidas 'discrecionales' como la educación, el seguro de paro o la defensa nacional. Tampoco lo es que el país aumente los impuestos en un 41% para cubrir el agujero de 13.000 por familia y año. Aunque semejante aumento estaría al nivel fiscal de Europa o Japón, aplicar una subida de este calibre en poco tiempo tendría un peligroso efecto desestabilizador

La única solución realista sería reducir los programas 'intocables' junto a los discrecionales y aumentar la fiscalidad. Hasta ahora, ningún político se ha atrevido -y quienes lo han hecho han sido eliminados en las urnas.

A pesar de las protestas del 'Partido del Te', las perspectivas de cambio son mínimas porque los votantes no parecen dispuestos a apretarse el cinturón. La recuperación económica puede enmascarar el problema, pero si el electorado y sus representantes no se enfrentan a la realidad, la solución vendrá en más debacles económicas tan peligrosas para los norteamericanos como para el resto del mundo: la economía de Estados Unidos es demasiado grande para que se tambalee sin sacudir a los demás.

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