Nuestros representantes políticos, sindicales, empresariales... cada vez están más alejados de sus bases sociales. En ese contexto, ¿la CEOE representa de verdad a los empresarios españoles?
La organización patronal, subsidiada por los presupuestos del Estado al igual que partidos y sindicatos, suele comer en la mano de quien le paga. Unas veces pone a su frente a algún funcionario sin empresa, como José María Cuevas; otras, a un empresario con problemas económicos y judiciales, como Díaz Ferrán. Y, siempre, en pugna con unas Cámaras de Comercio politizadas, con las que ha venido compitiendo en actividades y duplicando funciones. ¡Menudo panorama!
Por si ello no bastara, las grandes empresas del país suelen estar condicionadas por los contratos y por las actuaciones del Gobierno de turno -véanse, si no, las filtraciones de Wikileaks, para salir de dudas-, mientras que a las pequeñas todo son dificultades para ponerse a andar y facilidades para que echen el cierre.
Así no hay sociedad civil que valga, a diferencia de la Europa más desarrollada, donde la opinión de los emprendedores tiene más peso que la de la mayoría de los ministros.
Sería un milagro deseable que las cosas cambiasen ahora con Juan Rosell -autor, en su juventud, de un impertinente librito sobre el capitalismo anarquista o algo así-, pero su actividad oficialista al frente del Foment catalán no induce al optimismo.
Habrá que aguardar, pues, a una auténtica revolución moral, social y cívica frente a las instituciones aparentemente representativas para tener así una auténtica esperanza de mejora.