Con Libia

El dictador libio, autoproclamado líder insustituible de su revolución, tiene a su favor el dinero del petróleo, el miedo, la falta de unidad de la oposición y un demagógico y millonario plan de vivienda resuelto a última hora. En esas condiciones, el pueblo libio no podrá deshacerse de Muamar Gadafi si no se extiende el movimiento de solidaridad internacional que ya contagió a una parte de los gobiernos norteamericanos y europeos, e incluso de la Liga Árabe. Perú dio el ejemplo al ser el primer gobierno latinoamericano que rompe relaciones con el tirano.

El Gobierno del Ecuador, lejos de sumarse a ese movimiento mundial, se limitó ayer a emitir un escueto boletín de siete líneas en el que lamenta la violencia de “todos los actores”, como si no se supiese que el único causante de los crímenes y asesinatos es Gadafi, amigo político de la Revolución Ciudadana. 


El 30 de septiembre, por mucho menos, le exigimos al mundo que apoye activamente la democracia ecuatoriana, pero hoy que los pueblos árabes pelean por la libertad y se les contesta con ametralladoras, la Cancillería se lava las manos y mira para otro lado.