martes 12 de abril de 2011, 18:40h
Uno de cada cinco barceloneses fue a votar en la consulta independentista celebrada este domingo y que culmina un proceso de recogida de votos de cuatro meses, donde también han podido manifestar su opinión los jóvenes desde los 16 años y los inmigrantes. ¿Es mucho? ¿Es poco?
Es trascendente que buena parte de los políticos nacionalistas catalanes se empeñen en dar alas a este tipo de iniciativas que tienen tan escaso eco popular. Por mucho que los organizadores insistan en que ha superado sus perspectivas del 10% al acudir un 21,37%, no se puede calificar de gran éxito para los independentistas el plantón de los ciudadanos que ya demostraron con la reforma del estatuto catalán que sus preocupaciones y problemas radican en encontrar una solución para los 600.000 parados, en tener un horizonte laboral claro y en recuperar la confianza que les permita desarrollar una vida normal, disfrutando de los éxitos del Barca que sí concita el seguimiento de la mayoría de los catalanes.
La consulta en Barcelona es una pieza más del proceso abierto hace año y medio con el objetivo de instrumentalizar una herramienta de presión al estado central. Nos encontramos ante las formas de actuación desde la política catalana, con reivindicaciones fiscales que hay que atender siempre y cuando haya connivencia a la hora de valorar las cuentas, que siembran la desconfianza en el resto de España por el habitual victimismo que se utiliza. Los exiguos resultados de esta consulta han incidido, sin duda, en la decisión del grupo de Convergencia y Unió en el Parlamento catalán de pedir al grupo de Joan Laporta, Solidaridad Catalana por la Independencia que retire el proyecto de ley sobre la declaración de independencia que se iba a debatir esta semana en la cámara con el apoyo de Ciu. No hay que frivolizar con un asunto tan trascendente, dice ahora su portavoz que reconoce que no iba a salir adelante. Consulta ilustrativa en Barcelona que coloca a cada uno en su sitio y los deseos de independencia catalanes en un sector minoritario de la sociedad catalana que hay que respetar y valorar para evitar que pueda crecer por errores de la política nacional. Artur Mas, Jordi y Oriol Pujol y otros tuvieron su fiesta particular que fue ignorada por la mayoría. Ahora toca trabajar con realismo y seriedad para solucionar los problemas que pueda haber entre Cataluña y Madrid.
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