Trapiello vincula su labor a la búsqueda del "sentir y del sentido"
lunes 18 de abril de 2011, 23:22h
El escritor leonés Andrés Trapiello ha atribuido la labor desarrollada por los galardonados con los Premios Castilla y León 2010 a su "búsqueda del sentir y del sentido" y ha reconocido que, pese a llevar dos tercios de su vida fuera de la Comunidad, han sido las "palabras de la infancia" las que le han permitido "seguir en ella".
Trapiello, quien pronunció el discurso de agradecimiento en nombre de los ocho galardonados en las distintas categorías, reconoció que la "razón" de la tarea llevada a cabo por cada uno de los premiados habrá sido "la búsqueda del sentir y del sentido" ya que, como ocurre en el caso de los escritores, se habrán preocupado de su "sentir" más que de las palabras "y más aún, del sentir de los otros".
"Ese trabajo lo ha hecho, casi seguro, apartado de todo, sin haber puesto el pensamiento en reconocimientos, por el gusto de la obra bien hecha, del trabajo gustoso", consideró antes de confesar que, pese a haber vivido fuera de Castilla y León casi dos tercios de su vida, "nunca" se ha ido de ella, informa ep.
La infancia, "la edad que más le dura al hombre porque va con él hasta que se muere, tanto que a menudo acaba siendo el único lugar inexpugnable al que podrá acogerse", es la razón por la que nunca se fueron de su tierra y sus "palabras", añadió, las que les acompañan a lo largo de su vida.
"La infancia es sobre todo el despertar a la lengua, al idioma, la infancia son unas pocas palabras esenciales, arraigadas, hondas, originales y significativas que no han perdido la magia, capaces de evocarnos por sí mismas toda la densidad sentimental, moral y experiencial de aquellos años, y que a menudo nos acompañan hasta el último día de nuestra vida".
El escritor, quien matizó que todas las personas llegan a la lengua "con el contador a cero", lo que hace que nadie tenga garantizado que las suyas "vayan a ser palabras más hondas, expresivas, limpias y tocadas por la gracia que las de otro por razones de raza, de sexo, de clase, de religión o de edad", atribuyó a las palabras de su infancia no sólo la permanencia en su tierra viviendo fuera de ella sino también la realidad que ha contado a lo largo de los años y la construcción de una "verdad única e inalcanzable".
"Por tanto, he seguido aquí todo este tiempo, dando fe de ellas en libros publicados lejos, recordando a quien ha querido oírlo de dónde era, de dónde había venido".
El de recordar "lo que se olvida" es, precisamente y según señaló, otro de los cometidos del escritor, quien a su juicio ha de recordar en ocasiones "cosas que no gustan ser recordadas por muchas razones", casi siempre porque el hombre "es el único ser de la creación al que le distingue no sólo el habla, sino la mentira".
Por ello, afirmó que al escritor se le pide unas veces que recuerde las cosas como fueron y otras, cuando la realidad no gusta, que las recuerde como deberían ser. "He de deciros, y lo sé por experiencia propia, y lo digo en esta ciudad de Valladolid en la que pasé cuatro de los más importantes años de mi vida, que no siempre lo que se recuerda, se recuerda a gusto de todos ni lo que se fantasea, se fantasea a gusto de todos".