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Ricardo Lafferriere

El rumbo del “modelo”

El rumbo del “modelo”

jueves 02 de junio de 2011, 18:41h
Ratificando su convicción económica, que la acompaña desde sus años mozos, la presidenta expresó en México que su “modelo” sería profundizado, aclarando que esa profundización significa mayor mercado interno, mayores exportaciones, mayor valor agregado, mayor superávit fiscal y mayor superávit en la balanza comercial. Al comenzar su mandato había declarado, al referirse a la gestión de su marido, que “logramos quebrar esa lógica estructural que tenía el país, que cuando comenzaba a crecer y subían las exportaciones terminábamos en un cuello de botella por estrangulamiento del sector externo” (La Nación económica, 19 de enero del 2008). Pasaron casi cuatro años de su gestión. Es cierto que el mercado interno creció –es innegable el recalentamiento de la economía-. Lo que no se reconoce es que ese crecimiento no fue estimulado por mayores exportaciones, mayor valor agregado, mayor superávit fiscal y mayor superávit en la balanza comercial. ¿Qué, entonces, lo provocó? Pareciera haber consenso entre los economistas en que la dinamización del consumo más que reflejar un crecimiento real de la economía, está siendo sostenida por los subsidios que permiten mantener las tarifas congeladas liberando el salario para el gasto personal.  Esta afirmación lleva, a quien quiera entender el proceso, a la pregunta inmediata: ¿cómo se están financiando los subsidios? Porque convengamos que es lindo tener dinero para gastar, y si fuera un camino consistente habría pocos argumentos para no estar de acuerdo e incluso aplaudir. Y aquí está el problema. En las respuestas a esa pregunta. Porque los subsidios gigantescos que el Estado está transfiriendo a empresarios amigos y al congelamiento tarifario tienen tres fuentes principales: 1. La apropiación del ahorro de los futuros –y actuales- jubilados, iniciado con la confiscación realizada en 2009 de Ciento cincuenta mil millones de pesos, con el respaldo legislativo del peronismo pero también –debemos reconocerlo- con la simpatía y el voto de varios legisladores “opositores”. Esos recursos son extraídos periódicamente y canjeados por títulos públicos sin valor, para mantener la ficción de que se conservan. 2. La apropiación de las reservas del Banco Central y la emisión monetaria sin respaldo. En 2007 el BCRA tenía virtualmente las mismas reservas que hoy, respaldando un circulante que era menor a la mitad del actual. En palabras simples, el gobierno “se comió” recursos que el país tenía ahorrados y ya no tiene. Tiene, en su reemplazo, títulos públicos… que nunca se cobrarán. 3. La confiscación de riqueza del sector más dinámico de la economía. Durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, se le han confiscado al sector agropecuario alrededor de 40.000 millones de dólares, gastados sin control ni programa. Con una consecuencia indirecta fatal: el drenaje de su principal activo, las empresas medianas, hacia los países vecinos –Uruguay, Brasil y Paraguay-. El 60 % de la soja producida por Uruguay, por ejemplo, es aportada por empresarios argentinos que escapan a la cleptocracia kirchnerista prefiriendo sembrar allí, donde la seguridad jurídica está asegurada. Y ahora, la pregunta del millón: ¿es sostenible en el tiempo este financiamiento? Claramente, no lo es. Y dejó de serlo ya cuando la presidenta asumió su función. Ignorar esta limitación y actuar como si no existiera, provocó que un cáncer tradicional del país, la inflación, volviera por sus fueros y se instalara a sus anchas en un país que ya regresó a la dinámica inflacionaria –incertidumbre sobre el valor del salario, fiebre consumista, desaliento inversor, ocultamiento y fuga de divisas, caos e indisciplina social-. Lo más importante: no ha crecido el empleo ni la inversión, no ha bajado la pobreza, no se ha reducido la mortalidad infantil, no ha mejorado la educación. Apenas las migajas de un sedicente “ingreso universal a la niñez” que cada vez vale menos y que sería urgente actualizar, en lugar de mantener los subsidios a consumos de familias pudientes. ¿Qué pasará cuando se “profundice el modelo”? No es necesario ser Mandrake. La economía marcha hacia una crisis, que puede darse con una repentina paralización, con una implosión o con una explosión. Lo primero puede ocurrir cuando la confianza se evapore, luego de desatarse una corrida hacia la divisa. Lo segundo, si en el afán de retomar las riendas se ajustan abruptamente las variables que se han dejado sueltas en forma irresponsable –por ejemplo, con un abrupto ajuste tarifario-. La tercera, si el gobierno directamente ignora el problema y lo sigue potenciando, alimentando la fiebre inflacionaria con cada vez mayor emisión de moneda. De cualquiera de las tres formas, el que sufrirá es el de más abajo, el que carezca de mecanismos defensivos, no tenga los favores del poder o espaldas económicas para soportar las turbulencias. Y todo esto imaginando que la situación internacional no se deteriore. Si el precio de la soja fuera el que regía en tiempos del presidente de la Rúa, el déficit comercial actual sería mayor a 10.000 millones de dólares al año… en lugar de una balanza equilibrada, como en aquel momento. Decimos esto y pedimos al lector que lo desee, que archive esta nota, escrita el 31 de mayo de 2011, con el dólar oficial a $ 4,10, el no oficial a $ 4,45, la soja a USD 550, el sueldo mínimo a $ 1840 y la jubilación mínima a $ 1227.  Hace un año, escribíamos en esta misma columna un artículo que titulamos “los ceros de la moneda”, en uno de cuyos párrafos afirmábamos: “Con las perspectivas de inflación –o sea, de deterioro de valor del peso- en la que coinciden los economistas privados, en un momento entre mediados del 2012 y mediados del 2013, el valor del dólar llegará a los diez pesos. O sea, el peso argentino valdrá la décima parte de lo que valía en el 2001 y equivaldría a lo que en ese tiempo valía una moneda de diez centavos. Los años "K" le habrán agregado otro cero, en la mejor demostración de haber regresado a las andanzas que comenzaron cuando comenzó el estancamiento y la decadencia, por 1930. Ya no serán trece ceros, sino catorce.” Hoy, con la “profundización del modelo” reiterado por la presidenta, ratificamos esa predicción, aún a sabiendas que la realidad se burla de cualquier intento de adelantar su rumbo. Y también nuestro íntimo deseo de que la inunde un intervalo de sentido común, y le evite a los argentinos una nueva y traumática conmoción sistémica.
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