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Un mundo complejo y convulso

Un mundo complejo y convulso

martes 09 de agosto de 2011, 09:49h
Nos acercamos, pasito a pasito, al décimo aniversario de aquel 11 de septiembre que expresó de forma dramática las convulsiones del nuevo mundo en formación. Varias entidades dedicadas a los temas de paz y seguridad están preparando los correspondientes balances. Por ejemplo, la madrileña Tiempo de Paz, que dirige Francisco Aldecoa, está preparando un número especial bastante completo (por cierto, que esta publicación está llegando a su número 100, algo destacable con los vendavales que corren). ¿Pero existe alguna idea de cuáles son las tendencias principales de este mundo en formación? Pues la verdad es que cuando tuvo lugar el pasado cambio de siglo ya se habían hecho algunos diagnósticos. Una parte de ellos se realizaron desde la perspectiva económica y hablaron simplemente de globalización, algo que apenas sabían cómo comenzó, pero que no tenían la menor idea de cómo iba a evolucionar. Otros, más holísticos, apuntaron que estábamos ante una verdadera crisis de época, en que se planteaban transformaciones en los distintos planos de la vida. Hay que advertir que no es la primera vez que esto pasa (una crisis epocal): ha habido al menos tres anteriores, cada una referida a un cambio en profundidad de la modernidad. Desde la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) algunos nos empeñamos en tratar de identificar los rasgos más evidentes de esa mutación y nos salió el siguiente recuento: 1) un evidente salto tecnológico; 2) cambio cualitativo de la mundialización económica (la globalización), 2) crisis ambiental estructural, 3) Cambios en la estructura del poder mundial (sobre todo con el fin de la guerra fría y la emergencia del terrorismo global), 4) transformaciones agudas en la textura social (a nivel micro y macro), 5) cambios en las relaciones íntimas y en la subjetividad, 6) cambios y crisis de valores y normas, sobre todos colectivos, 7) crisis de la realidad y los sistemas políticos, 8) crisis de criterios artísticos, 9) crisis de paradigmas cognitivos. Dicho en breve, un cambio epocal donde se transforman las formas de producir y relacionarse, las maneras de actuar y procesar, de lo práctico a lo simbólico. Pues bien, ese mundo nuevo lleva formándose como treinta años y todavía no hemos visto todas sus características. Desde luego, ya sabemos algo fundamental: que no es lo pacífico que creyeron muchos que iba a ser, tras la desaparición de la guerra fría. La famosa Agenda para la Paz de Naciones Unidas en 1992, que nos anunciaba la “segunda oportunidad de posibilidades pacíficas restauradas”, se tambaleó en los noventa con algunos conflictos regionales salvajes (Balcanes, Oriente Medio), pero literalmente se derrumbó como lo hicieron las Torres Gemelas aquel 11 de septiembre del 2001. Este mundo en formación, uniformizante y al mismo tiempo diferenciador, también iba ser convulso. Y cuando digo convulso no sólo me refiero al plano más explícito de la violencia desatada, algo que el terrorismo global nos recuerda de cuando en cuando, sino también a las turbulencias en los más diversos órdenes civilizatorios, el económico, el político o el social. Puede parecer mentira, pero las actuales vicisitudes financieras de Europa o Estados Unidos son perfectamente lógicas en este mundo en cambio ¿o creímos alguna vez que la globalización financiera iba a ser un camino de rosas? Pues bien, si alguna vez lo pensamos, ya es hora de despertar y encarar la cruda realidad. Y si, todavía peor, imaginamos que todo eso se daría en medio de la calma política y social, es que somos unos completos incautos (o quizás cretinos, que es peor). La ordenación y control de las fuerzas desatadas no llega fácilmente ¿y creemos que las sociedades, afectadas por el malestar de la diferenciación y el recorte de expectativas, serían tan ecuánimes que aceptarían los ajustes de sintonía fácilmente, sobre todo cuando no todos los encajan de igual forma? Estúpidos y no sólo ante la economía, eso es lo que somos. Pues bien, bajo nuestros pies el magma se mueve y algunos de sus efluvios llegan a la superficie. Ayer fue Paris, hoy Madrid y de forma más salvaje Londres. Mañana podrá ser Estados Unidos y pasado mañana China, donde ahora la gente está muy entretenida consumiendo, pero llegará un día en que también querrán consumir libertad. En realidad, la gran pregunta es si este mundo en formación habrá alcanzado algún orden más o menos estable antes de que llegue la gran crisis de la madre tierra, que gente tan poco radical como Giovanni Sartori, sitúa en torno al 2050, cuando los efectos de cambio climático, la sobrepoblación, el agotamiento de las energías no renovables, etc., tenga lugar. Si el nuevo orden mundial llega a algún concierto medianamente estable antes de ese momento podrá encarar la otra gran crisis de sobredominación del planeta por parte de la especie humana. En caso contrario, que los dioses se apiaden de los que tengan que vivir este complejo y convulso siglo XXI. Sólo un dato agrego para que dimensionemos el grado de complejidad. Mientras el hemisferio norte se agita de múltiples formas, ahora resulta que América Latina nos mira con otros ojos. Sucede que el tirón que está dando la demanda de materias primas en el mercado mundial, sobre todo a partir de las necesidades productivas (y de consumo) de los gigantes emergentes (China e India en primer lugar), está haciendo crecer las economías latinoamericanas por encima del 5% promedio. Por eso, se está comenzando a hablar de la “década ganada de América Latina”. Y con un crecimiento tan alto, parecen tener más sentido algunas propuestas redistributivas. Bueno, no estaría mal que alguien no sufra tanto ¿verdad? Pero que este mundo en formación es complejo, vaya si lo es.
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