martes 23 de agosto de 2011, 19:29h
gareza40@yahoo.es
Parece ser que la corrupción, la mentira, el engaño, forman parte de la vida diaria de los ecuatorianos. ¿Parece? No, seamos realistas. Es parte de nuestra vida diaria. Muchos optan por taparse los ojos y oídos y simplemente ignorar esa realidad, tan nuestra como el encebollado o las tortillas del compadre Manuel.
Quizá esté soñando demasiado cuando desde mi cuarto de estudio trato de incentivar a mis lectores a pensar más en nuestro país, a ser más crítico y más participativo en la vida del Ecuador. Quizá sea simplemente eso: un sueño del cual no me quiero despertar.
Y aquí es importante entender algo: siempre van a existir buenos ecuatorianos y malos ecuatorianos. Siempre existirá el bien y el mal. El meollo del asunto está en que los buenos ecuatorianos sean muchos más que los malos y lo que me tiene todavía soñando es el convencimiento de que habemos muchos más buenos que malos y entiéndase por bueno a aquel que quiere que su país salga adelante, que busca el bienestar común, el ecuatoriano que desea mejores días para sus hijos y los de sus vecinos.
El hecho de que la corrupción sea parte de nuestra vida diaria, no es motivo para que la aceptemos como normal. Seguramente nos ha pasado, en más de una ocasión, que nos vean como bicho raro cuando hacemos algo fuera de lo lógico y lo ético. Que si no le das plata al vigilante, eres pendejo. Que si no buscas comisión en los contratos, eres pendejo. Que si no le pagaste al tramitador para obtener tu cédula, eres pendejo por quedarte 5 horas aguantando sol.
¿Y qué pasaría si nadie le pasa ese billetito al vigilante? ¿Qué pasaría con los tramitadores si todos hacemos nuestros trámites por el lado correcto? La respuesta se las dejo a ustedes.
Ni que decir del quemeimportismo. Una apatía total hacia los problemas del país, hacia la verdadera colaboración y participación ciudadana nos vuelve cada vez menos ecuatorianos, por más que gritemos los goles de la selección el día domingo. Por más que en cada acto cívico cantemos (o murmuremos, mejor dicho; si lo cantas con fuerza y orgullo pasa lo mismo: te ven como bicho raro) el Himno Nacional.
Quizá sigo soñando, y esta vez estoy hasta más alto. Quisiera ver a un Ecuador grande. A un Ecuador fuerte y preparado para cualquier reto. Pero creo también que debemos empezar por los valores humanos. Pero, si no nos apuntamos como ecuatorianos con valores firmes como la honradez, el civismo, la bondad y el optimismo, JAMÁS, JAMÁS, aprovecharemos esas oportunidades. ECUADOR, MI PAÍS.