La desorientación de los republicanos

Contra todos los pronósticos de hace tan sólo unos pocos meses, el Partido Republicano ve ahora posibilidades de recuperar la Casa Blanca, pero en lugar de aprovechar la situación, se ha enzarzado en cuestiones de procedimiento que tan sólo pueden servir para distraer y disgustar al electorado. El hecho de que Obama se acerque peligrosamente a los niveles de aprobación que tenía Jimmy Carter en esta etapa de su presidencia, no significa que para la oposición el camino hacia la Oficina Oval esté trillado. Como tampoco hay garantías de que la nueva esperanza republicana, el gobernador de Texas, Rick Perry, no se desmorone con la misma rapidez con que se ha encumbrado. Pero ante este difícil panorama electoral, los republicanos se han lanzado a una guerra por el calendario de las primarias del próximo año que a muchos les parece mezquina, a otros infantil y a casi todos incomprensible. Si las cosas siguen por este camino, podríamos tener la primera ronda antes de Navidad, lo que además de ser impráctico, pondría de relieve la desunión en un partido generalmente apreciado por su buena organización. Desde Europa es difícil entender a los partidos norteamericanos por la sencilla razón de que no tienen mucho en común con los europeos: su única misión es elegir candidatos, especialmente a la presidencia. Aquí son mayormente coaliciones electorales que se forman cada cuatro años, para decidir quién es la persona con más posibilidades de llegar a la Casa Blanca -y en qué forma la pueden ayudar en este empeño-. El resto del tiempo, mantienen un esqueleto muy menguado con una proyección casi nula en la vida del país. Ahora, cuando está volviendo a renacer, el Partido Republicano no parece capaz de mantener un mínimo de orden: El proceso para seleccionar candidatos empieza -como siempre- con las primarias en las nieves y los hielos de los estados de Iowa y New Hampshire, pero ahora Florida y Arizona quieren pasar delante y han anunciado que no respetarán el calendario de la Comisión Nacional Republicana y celebrarán las primarias antes, aunque les cueste algunas sanciones del partido. Arizona y Florida tienen algo de razón, aunque no sea más que meteorológica, pues resulta mucho más agradable en sus climas cálidos ir a votar en febrero, al revés que en las carreteras heladas del norte del país. Pero tanto Iowa como New Hampshire han hecho saber que no piensan renunciar a ser los primeros y si los otros se adelantan, ellos harán otro tanto, aunque hayan de convertir las fiestas navideñas en una carrera a la Casa Blanca. Todo esto es una distracción tan innecesaria para los republicanos como favorable al presidente Obama, que ahora trata de aprovechar cualquier ocasión para presentarse como el único líder con madurez. Y para ello tiene muchos medios, empezando por sus arcas que podrían alcanzar los mil millones de dólares en donaciones. Con buenos asesores y dinero para comprar la publicidad en los mejores medios y lugares, puede poner de relieve su capacidad de formar alianzas internacionales, comparar la buena gestión previsora del reciente huracán Irene con el desastre del Katrina durante la presidencia del republicano Bush, aprovechar momentos tan señalados como el décimo aniversario del 11 de septiembre para hacer gala de patriotismo, y presentar un nuevo plan económico como el que tiene preparado -y ridiculizar a sus posibles rivales republicanos mostrándolos como unos políticos con intereses pueriles-. Ciertamente, Obama ha de poner toda la carne en el asador para salir del pozo en que se halla: su electorado se siente abandonado y le critica por hacer compromisos con los conservadores; los independientes ya no sienten entusiasmo por él y los republicanos han vuelto a su redil político. Y si la economía no mejora, ni siquiera todo el oro del mundo volcado en su campaña sería suficiente para compensar la falta de oro en los bolsillos de quienes han de votar el próximo año.