Marujita Díaz cantaba en sus buenos tiempos aquello de “banderitaaa” y supongo que en sus espectáculos se producía el delirio. Las banderas siempre han tenido mucho tirón para conseguir el aplauso, que se lo pregunten si no a Trillo en su competición por superar el tamaño de la bandera que preside la plaza del Zócalo en México. Eso debieron pensar Puigcercós y otros consejeros de ERC cuando, justo tomaron posesión de sus cargos decidieron, a pesar de todas las promesas, marcar paquete diferencial y retiraron de sus sedes la bandera española.
Los republicanos, no todos, no contaban con un elemento nuevo: un diario que acostumbraba a ser poco crítico con cualquier poder, vigilaba, cual guardián celoso, los mástiles y denunciaba la ausencia de la rojigualda el primer día; la ausencia de cualquier bandera el segundo y finalmente la capitulación con las tres banderas: española, catalana y de Barcelona el tercero.
No ha habido reacciones airadas en Barcelona. De hecho muchos ciudadanos no reparan en el detalle banderil cuando pasan frente a las sedes oficiales. Pero el presidente Montilla, fiel a su anunciada actitud de actuar y hablar casi nada, dio un toque a los que habían osado no izar la bandera de España en los edificios de las consejerías. El argumento, como todos los que utiliza Montilla fue escueto: “la legalidad ha de cumplirse”. Y punto pelota...
En ERC, partido que ha hecho de la necesidad de volver al poder, una virtud manifiesta, no se ha abierto la boca en defensa de la actitud de Puigcercós. En ICV, laicos como son, no han entrado al trapo del debate textil. ¿Y la oposición? La que representa CiU ha sido ambivalente. Por una parte han criticado con la boca pequeña la falta de coraje de los republicanos, aunque sin entrar en el tema a fondo porque, Montilla aseguró en la rueda de prensa que en alguna consejería la bandera española no se izaba desde hacía mucho tiempo. Por otra parte han echado en cara la poca seriedad institucional de ERC y, finalmente han intentado ver si el incidente prendía una hoguera en pleno núcleo sensible del nuevo gobierno.
El PP ha criticado la ausencia de la bandera, pero poco. No porqué no les interese, sino porque se hallan enfrascados en un cierto aggiornamento ideológico para ver si entre todos encuentran el camino al centro reformista perdido. Ciutadans publicó un comunicado y, en vista de la rectificación poco más. Entre los políticos, parece pues que el tema de las banderas es asunto zanjado. Patinazo por una parte y gol de Montilla aprovechando el rebote.
Pero, en Cataluña, además de políticos y partidos políticos existe una sociedad bastante viva que transciende de los límites institucionales. Y en la blogosfera surgió un argumento que nadie había utilizado en esta crisis con sordina. La legalidad en Cataluña tiene más de una fuente. El estatuto, el nuevo, vigente aunque recurrido diversas veces al Constitucional, tiene un apartado que establece la política de símbolos y dice que en todos los edificios públicos ondearan las banderas española y catalana.
El estatuto es una ley orgánica y por tanto de un rango elevado, por encima de la ley que fija los símbolos. Y esos internautas entrometidos se han fijado en detalles como que en organismos dependientes de algunos ministerios no se iza la bandera catalana desde que existe la autonomía, pero ahora eso es también de obligado cumplimiento.
Por el ciberespacio vuelan preguntas que de momento nadie contesta. Por ejemplo, si siguiendo el principio de legalidad, el presidente Montilla reclamará a los inquilinos y a los responsables de las sedes de Capitanía en Barcelona o de la comisaría de Vía Layetana, de infausta memoria para los demócratas, que cumplan la ley y coloquen, en el orden jerárquico correcto, la bandera catalana junto a la española. De momento, Montilla sigue en silencio.