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La ley del balancín

La ley del balancín

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 07 de octubre de 2013, 10:54h
            Hubo un tiempo en que la política internacional estaba polarizada en torno al pulso entre dos únicas grandes potencias -Estados Unidos y la Unión Soviética- partida que terminó con la caída del muro de Berlín, la unificación de Alemania y un mejor entendimiento entre las naciones. En esta nueva era, los Estados Unidos era una referencia aglutinante de un cosmos pluralista en el que su potencia respaldaba las alianzas democráticas frente a unas amenazas difusas provenientes del terrorismo y de concepciones fanáticas y medievales de la política, frente a las cuales el mundo civilizado se defendía, con acciones localizadas, en los puntos calientes del planeta.
 

            Aquel equilibrio comenzó a deteriorarse gradualmente con la gestión del presidente Obama y su desorientada diplomacia. Pero como la política es un arte que no permite vacios, la levedad de Obama aumentó el peso de la nueva Rusia de Putin. Es la ley del balancín que no necesita argumentos ideológicos sino que es cuestión de peso. En un alarde de improvisación e incompetencia, el drama de Siria y la utilización de armas químicas en una guerra civil, el mundo contempló bravuconadas y amenazas de Obama que quedaban en nada, solo acompañado con extraño ardor por el también ligero presidente Hollande. Se iniciaron movimientos de medios para una intervención militar sin contar con una opinión pública favorable, sin una estrategia bien definida ni saber a qué bando se deseaba beneficiar como consecuencia de la acción. En este ambiente de confusión, el presidente Putin, siempre ansioso de protagonismo pero sin un perfil ideológico claro ni medios aeronavales suficientes, se hizo con el protagonismo de esta historia con el simple procedimiento de no perder un solo metro de influencia en la zona donde le interesa predominar. Hoy aquella guerra continua como si no hubiese pasado nada y, desde el punto de vista de los amenazados con el castigo está bien claro quien los ha salvado a cambio de nada. La opinión mundial, recelosa de las consecuencias de un conflicto militar cuyas repercusiones eran incalculables, se alegró de que no emprendieran su vuelo los misiles, pero el prestigio de Obama descendió en el mismo grado que Putin ascendió en el panorama internacional. Hoy da la impresión de que hemos vuelto a una bipolarización, sin "guerra fría", en la que las Naciones Unidas y las naciones sin unir han tomado buena nota cara al futuro o, cuando menos, cara a los dos años que le quedan de mandato a este presidente imprevisible. Las palabras "disuasión" y "líneas rojas" han perdido fuerza y el daño para la credibilidad de Estados Unidos es enorme.
 

            No es de extrañar que, después de esta pirueta en el exterior, haya salido a relucir la rebeldía interior. Las reformas sanitarias de Obama han servido de pretexto para hacer brillar su insuficiencia parlamentaria cuando ni siquiera los sistemas informáticos sobre los que se basa la reforma funcionan normalmente. No quiso negociar en 2009 con una oposición poderosa y ahora le devuelven la pelota. Los ciudadanos se sienten frustrados. Unos porque esperaron más de lo que Obama puede darles a estas alturas de la película y otros porque nunca estuvieron de acuerdo con sus proyectos. Se exhibe ante el mundo una crisis política interior de envergadura, no solo por sus consecuencias sociales y sus costes económicos, sino por la penosa apariencia que supone el llamado "cierre del gobierno". La ley de Asistencia Sanitaria Asequible, conocida como "ObamaCare" -dejando a salvo sus buenas intenciones- es un ejemplo de falta de sentido de la oportunidad y de tácticas de negociación. Se ha creado un ambiente que puede agravarse cuando comience la negociación del aumento del techo de la deuda pública. Tanto en política internacional como nacional, Obama ha demostrado que o no conoce a sus adversarios o no conoce la regla de que si es necesario negociar hay que hacerlo antes de tomar decisiones. Es triste ver dividida a una nación cuya solidaridad esencial es un ejemplo para el resto del mundo y resulta frívolo que un presidente provoque estas controversias cuando, ya mediado su segundo mandato, no le queda más que resistir en la Casa Blanca sin preparar una herencia explosiva a sus sucesores y un peligro serio a la economía global. Lo grave es que, a causa de estos acontecimientos, la Estatua de la Libertad se ha quedado cerrada y vacía no solo como monumento, sino como símbolo. Al mundo globalizado le importa más la salud de "Lady Liberty" que la salud política de Obama, que parecía querer pasar a la historia por algo positivo pero se va a consagrar como campeón de la vaciedad.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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