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Fomento se lava las manos

Fomento se lava las manos

jueves 21 de diciembre de 2006, 18:04h

Que anoche, frente a las lógicas tarascadas de la oposición, en el Congreso de los Diputados, el señor presidente del Gobierno saliese en defensa de la ministra de Fomento resulta algo lógico y coherente, máxime cuando, en materia de transportes, los ocho años de gobierno del Partido Popular son todo menos ejemplares. Todo eso estaba en el guión o, si se prefiere, dentro del orden (i)lógico de las cosas parlamentarias.

 Air Madrid, la compañía de bajo coste presidida por José Luis Carrillo (de momento, el caballero sale indemne) era –es—un desastre sin paliativos. Mucha paciencia tuvo por tanto la Administración en intentar llevarla por el recto sendero sino de la virtud sí de la seguridad aérea y de la formalidad.  Que el cumplimiento de la función de control y tutela –una obligación y por imperativo legal— lo utilice Magdalena Álvarez, la titular de Fomento, poco menos que para autofelicitarse –y no se da besitos a sí misma simplemente porque no se llega, añado--, para acto seguido lavarse las manos sobre la incierta suerte de millones de pasajeros pillados en el desbarajuste ya resulta harina –incomestible—de otro costal.

 Hoy jueves finaliza el plan de ayuda de la Administración española a algunos de los perjudicados que son, una mínima parte, de todos los afectados por la errática –alguien podría hablar de dolosa—gestión de Air Madrid. Que se busquen la vida ha venido a decir la señora Álvarez... Eso por no utilizar expresiones más fuertes y contundentes, que empiezan por jota, dada la proverbial mala baba y lengua ligera que se gasta la ministra de Fomento, ahora y antes cuando era consejera de la Junta de Andalucía.

 En este aspecto, José-Luis Rodríguez Zapatero ha gestionado, desde su condición de presidente del Gobierno, pésimamente un asunto –resulta conveniente recordarlo—que, aparte de inscribirse en la falta de escrúpulos empresariales de la compañía de vuelos de bajo coste, afecta y de qué manera a lo que es la correcta gestión de los asuntos públicos.

¿Es suficiente la cantidad de más de un cuarto de millón de personas sueltas por esos aeropuertos de Dios para que se movilice Roma con Santiago y que el Ministerio de Fomento y el Gobierno entero, tarde el tiempo que tarde, solucionen el problema? Porque si esto no es un de las emergencias previstas por la Ley de Protección Civil, ya nos dirán qué lo es, ¿verdad?

Si, en lugar de ocurrir ahora, el caso Air Madrid tiene lugar bajo un gobierno del Partido Popular, los berridos socialistas se oirían hasta en Madagascar. Por tanto, la pregunta no tan retórica. ¿sirve de algo la selva virgen de leyes y reglamentos, tanto españoles como de la Unión Europea e internacionales s, a la hora de la verdad, y frente a un problema de estas dimensiones no se aplican con rigor y eficiencia?

 
En vísperas de Navidad, la Administración, la nuestra, la que pagamos entre todos, se lava las manos. Y sus responsables, como el presidente del Gobierno y su inefable ministra de Fomento seguro que se comerán el turrón en sus domicilios respectivos. Si el columnista estuviera entre los afectados por Air Madrid desearía que se les atragantase.

 

 

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