Todos fuimos embriones

Si se confirma la posibilidad de aplicar a fines terapéuticos la nueva técnica de "reprogramar" células de la piel para convertirlas en células capaces de especializarse en cualquier clase de tejido humano, estaremos en el principio de una verdadera revolución en el campo de la genética y la medicina. Las investigaciones en biología celular van a una velocidad enorme, y lo que ayer era una novedad espectacular, hoy se queda antiguo. Eso pasa también en muchos otros terrenos: no hay más que recordar cómo eran los ordenadores hace treinta años, o los teléfonos móviles hace diez. Pero la investigación en IPC (siglas inglesas de "células pluripotentes inducidas", quizás en español se llamen un día CPI) puede enviar las novelas de ciencia ficción a los anaqueles de los anticuarios.

   Por fin se pueden obtener "células madre" sin sacrificar embriones. Aleluya. Y los que hasta ahora siguen sacrificando embriones parecen haberse alegrado mucho de esto, no porque por fin se respetará la dignidad de los individuos humanos en estado embrionario, sino porque por fin se acabará el debate ético mundial que no ha cesado en torno a este asunto.

   Tengo la mosca detrás de la oreja. Los que hoy sacrifican embriones para investigar saben que un día todos nosotros, ellos incluidos, fuimos embriones, pero sigue sin importarles esta matanza silenciosa. Siguen si caer en la cuenta de que lo que hacen es una barbaridad. No están contentos, pues, por el final del debate, porque el debate sigue, sino porque ahora creen que se podrá callar más fácilmente a los que denuncian la atrocidad de matar embriones humanos para investigar con ellos. ¿O alguien piensa que ahora el Gobierno de Zapatero derogará la actual ley de investigación biomédica y enviará al Parlamento un proyecto de Ley Orgánica del Estatuto del Embrión Humano?