jueves 13 de diciembre de 2007, 16:58h
¡Es increíble!, leo y releo las noticias que involucran a la supuesta carrera de Criminalística y aún no puedo convencerme de la desfachatez con que lucran algunos Institutos y Universidades. Me cuesta creer el hecho de que existan cerca de 15 mil alumnos, que hayan quedado a mitad de carrera y, más aún, en su último año de estudio.
Había conocido casos de aprovechamiento y engaños por parte de instituciones de educación superior, pero éste superó todos los límites.
Pese a que los alumnos han tomado medidas legales, a fin de que se les indemnice por el engaño del cual fueron víctimas, me parece que el tiempo perdido, la frustración y el esfuerzo invertido durante todos los años de estudio, son irreparables.
Pero lejos, lo que más me sorprende es que los alumnos hayan llegado hasta la mitad de su carrera, para que los entes relacionados se hayan percatado del tema.
Han sido meses y meses de espera por alguna solución, sin embargo no se ha llegado a ningún acuerdo. En el caso de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), que es la que registra la mayor cantidad de reclamos según el Servicio Nacional del Consumidor, no ha habido pronunciamiento alguno, por lo que sus alumnos han debido tomarse la institución para hacer presión contra las autoridades.
De hecho, el 11 de diciembre pasado un grupo de 69 estudiantes presentaron una segunda demanda en contra de dicha casa de estudios. La acción legal, que se suma a la presentada el 5 de diciembre por 92 alumnos, fue interpuesta por el abogado Jean-Jacques Autrey y quedó radicada en el 21º Juzgado Civil de Santiago.
En definitiva, otro mal rato que deberán pasar los miles de estudiantes que esperan justicia.
Tal impacto ha causado este tema en la sociedad y en los entes gubernamentales, que recientemente la Presidenta Michelle Bachelet, junto a la ministra de Educación, Yasna Provoste, y el titular de Economía, Alejandro Ferreiro, firmaron un proyecto de ley que sancionará con multas de hasta 100 UTM a aquellas instituciones de educación superior, que no faciliten la información necesaria de sus nuevas carreras, y no definan su campo laboral.
Éste, creo, es el primer paso que se está dando para que no vuelvan a repetirse situaciones tan sobrecogedoras como las vividas por estos jóvenes. Más aún, sabiendo que muchos de ellos, trabajan para pagar sus estudios, lo cual significa un costo emocional, mental y económico demasiado grande.
Es el caso de Estefanía Caviedes, ex estudiante de Ciencias Criminalísticas de la UTEM, a quien le faltó sólo un año para titularse. “Estaba cursando el último año, cuando comenzó todo este calvario. De un día para otro mis compañeros dejaron de asistir a clases, debido a comentarios que hablaban de que no tendríamos campo ocupacional. Al principio y como cualquier persona, pensé que eran sólo palabras sin fundamento, sin embargo, con el tiempo, me fui dando cuenta de que era verdad.
Es lamentable, puesto que a mí me apasiona la carrera, pero obviamente no voy a estudiar por “bolitas de dulce”, necesito vivir de mis estudios”.
Como la mayoría de estos muchachos, el sacrificio y esfuerzo de Estefanía logró que pudiera llegar hasta quinto año. Asistía a clases en la mañana, para posteriormente, en la noche, ir hasta el bar en donde trabajaba como mesera.
Pero la situación de ella no sólo la viven jóvenes, estudiantes de dicha carrera, sino que también alumnos de facultades totalmente colapsadas. Éstas corresponden a Periodismo, en primer lugar, seguido de Psicología, Arquitectura y Derecho. La gran diferencia se basa en que existiendo campo ocupacional para estas profesiones, hay cupos totalmente limitados.
Cabe mencionar que la tasa de desocupación de jóvenes, entre agosto y octubre pasado, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), alcanzó el 17, 1%. Una cifra no menor, que incluye a los miles de estudiantes que se reciben cada año.
Creo que se debieran tomar medidas más estrictas y mayor fiscalización por parte del Ministerio de Educación, puesto que si se siguen abriendo carreras sin campo ocupacional, o admitiendo a estudiantes sin mayores requisitos, a carreras totalmente saturadas, vamos a seguir con el círculo vicioso de la cesantía juvenil.
Es menester tomar conciencia, ya que la frustración, desmotivación y sensación de incapacidad en nuestros profesionales juveniles, son realmente impagables.
-----
Karina Espinoza S.
Periodista
karinaespinozas@gmail.com