lunes 04 de febrero de 2008, 17:57h
Si tú acudes a una manifestación y consientes, como dirigente de la misma, un homenaje público a la imagen de los etarras presos por haber cometido delitos contra las personas, incluyendo atentados contra sus vidas o su integridad física, caes inevitablemente en el delito de apología del terrorismo. Ha hecho muy bien el juez Baltasar Garzón, pienso, en ordenar la inmediata detención de Pernando Barrena, a instancias del fiscal. Se ha cumplido la ley. Y aquí podríamos poner un punto y final al comentario.
Pero no me resisto a señalar que no siempre me ha parecido tan automática y puntual la aplicación de la ley en materia antiterrorista. Hemos pasado de considerar “hombre de paz” a Arnaldo Otegi a meterlo en la cárcel sin remedio. De permitir a los batasunos prácticamente cualquier manifestación, a borrarlos de actividad alguna. De considerar que ANV no era ilegalizable por múltiples razones, a declararla reo, por otros motivos variados e inapelables, de exclusión de la ley, incapacitándola así para concurrir a las elecciones.
Ahora, Pernando pierde, donde antes ganaba. Como Otegi. O como el asesino De Juana Chaos, que ya no podrá repetir, hasta que salga en libertad –y no le falta mucho--, sus románticas andanzas hospitalarias.
La verdad es que me gusta más esta última deriva, suponiendo que tenga suficientes soportes legales, que la ‘movilidad permanente’ en la aplicación de la ley, a la que tan proclives se han mostrado ciertos jueces, algún fiscal y ciertos dirigentes políticos. Y conste que sigo siendo partidario de negociar con ETA allá donde se pueda, pero sin cesiones y sin levantar el pie del acelerador de las medidas jurídicas y policiales. Y con forzoso consenso entre gobierno y oposición.
Que es el único camino posible con quienes me parece que están bastante lejos de querer la paz; palabra, por cierto, denostada por algunos, pero entiendo que sagrada para la mayoría.