Zapatero en Doñana, meditando la composición de su nuevo Gobierno, las altas, las bajas, a quién tendrá que enviar el motorista... Rajoy, pensando, en México (cuanto más lejos de los suyos, mejor), qué hacer con su vida y quiénes serán los nuevos-viejos compañeros de viaje y si esto durará o no. Zaplana, de nazareno sin capirote, en todas las procesiones, perdón en todos los platós de las televisiones, haciendo penitencia y pidiendo perdón por los pecados cometidos en la travesía del desierto y diciendo que ahora les toca a otros dar la cara. Rubalcaba deshoja la margarita de si seguir o no, como si eso dependiera de él o, más bien, espera-desespera que el presidente le ofrezca una vicepresidencia como a la seño, a Solbes y, tal vez, a Caldera. Llamazares llora por los pasillos lo que no supo mantener como líder, tal vez porque no se puede defender en el siglo XXI lo que ya no valía en el XX, pero se resiste a asumir la agonía, coger la puerta y dejar que otros entierren lo que queda del finado. Lo de Urkullu es más complicado porque no se sabe si le está poniendo los cuernos, con luz y taquígrafos, a Ibarretxe, o si están escenificando juntos un vodevil en el que el premio deja de ser la independencia para ser la supervivencia. Lo de ERC es para nota. El soberanismo se ha quedado en nada y ahora andan unos y otros, Carod y Puigcercós, tal vez también Carretero, tratando de repartirse lo que queda y viendo cómo sobrevivir en el poder, en las migajas y en lo que sea. Atención a Corbacho, un pacense en la Diputación de Barcelona, que puede ser el “Montilla 2” de Zapatero en Madrid. Para disgusto de Marta Ferrusola
Eso en la política. En la economía, Solbes ya va reconociendo-anunciando que esto pinta feo y que algo habrá que hacer después de tanto tiempo de negarlo tantas veces como San Pedro y de no hacer casi nada. Pizarro debe haberse ido a estudiar un máster acelerado de “cómo hacerse político en una semana”, aunque sea santa, porque le espera una batalla peor que la de Endesa. Los rectores de las Bolsas mundiales están seguros de que hay días que es mejor no levantarse, los inversores modestos se arrepienten de no haber vendido antes, y los grandes aprovechan el momento para comprar lo que aquellos venden para hacerse más ricos aprovechando el pánico. Los empresarios piden medidas urgentes y los constructores han tenido años y siglos mejores y miran al futuro con pavor. Todos esperan que pase la semana de pasión, que tal vez sean meses o años, y que llegue el domingo de resurrección. Sólo nos falta que el Chiquilicuatre gane Eurovisión. Por si acaso, por si vienen peor dadas, aprovechen la semana, descansen, relájense. Esto no ha hecho más que empezar.