Protagonistas anónimos
martes 18 de marzo de 2008, 18:13h
Fueron muchos, ahora que vuelve a hablarse de la Transición, los que aportaron en su día su grano de arena o de roca – vaya usted a saber- en aquellos tiempos en nos jugábamos nada más y nada menos que un futuro de convivencia. En las páginas de la Historia que ya se han escrito y en las que sin duda se escribirán aparecerán nombres como Juan Carlos I, Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y otros muchos que supieron encaminar esa convivencia tan difícil para los españoles del siglo XX.
Pero serán también muchos los protagonistas anónimos cuyos nombres estarán ausentes y solamente quedarán en la memoria de quienes supieron de sus acciones. La semana pasada, uno de estos protagonistas anónimos de momentos claves de la Transición, Fernando Antigüedad y del Castillo de Olivares se fue, con poco más de cincuenta años, haciendo cierto el dicho de que esta vida es una estafa.
Cuando se decía en el PCE que se iba a aceptar la bandera nacional, Fernando y otro amigo hizo unas chanzas con la noticia. En ese momento – según contaba él mismo – escucharon una voz ronca y contundente que grito: ¡Camaradas! Se volvieron y se encontraron al mismo Santiago Carrillo, al que no hicieron gracia las bromas y les ordenó que buscasen por todo Madrid una enseña nacional. Y vaya si recorrieron la ciudad para buscar y, al fin encontrar, un trapo con los colores rojo y gualda. Esa bandera entre los comunistas sería luego uno de los símbolos de la transición.
En otra ocasión, y siguiendo las instrucciones del Partido – entonces cuando se decía Partido solamente había uno – estuvo de guardaespaldas del Comandante Cero que venía de Nicaragua. No era fácil ser del PCE en el barrio de Salamanca y Fernando Antigüedad supo serlo y con creces.
Pero quizás lo más importante de su personalidad fue su sentido lúdico de la vida – aprendió y siguió el dicho de “haz lo que debas, aunque debas lo que hagas” - y, desde luego, destacaba su sentido de la amistad. Decir Antigüedad y decir el Avión Club fue durante mucho tiempo una especia de sinónimo que no se encontraría en los diccionarios. En aquel “Palacio de las pipas” se le podía ver sosteniendo con inigualable donosura su copa habitual y cantar, que era palo que también tocaba con maestría. No era difícil verle discutir de política con presidentes autonómicos, portavoces, diputados y senadores que por allí pasaban, junto con periodistas que mantenían un pacto no escrito: lo que allí se veía y escuchaba, no había sucedido. Y hay que ver la de cosas que llegaron a pasar, tantas que podían haber llenado primeras páginas de más de un periódico. A veces, cuando atacaba, casi siempre por pusilánimes, a amigos del PSOE y estos se quejaban de sus puyas, él siempre les decía:”Vosotros sois como de la familia y por eso os digo estas cosas. A la Derecha no voy a echarle cuentas.”
Fernando Antigüedad igual cantaba canciones vascas, en castellano o en euskera – había pasado varias veces por el Pirineo navarro – que se lanzaba por cantes del sur, con letras desconocidas o era capaz de lanzarse por Sevillanas en la Feria de Abril para desconcierto de no pocos sevillanos que en la caseta trataban, sin éxito, de competir con él en la forma de llevar y probar el fino que con tanto cariño por allí se trasegaba,
Pero la referencia estaba, como he dicho, en el Avión Club. Cuando dejó de frecuentarlo, el bar dejó de serlo como se había conocido hasta entonces. Y cuando se cerró definitivamente, fue su pié el último que pisó aquel suelo. A los amigos, que éramos legión, su marcha nos sorprendió. Era impensable que aquella enormidad de humanidad se marchara y lo hiciera tan rápido y, como le dijo a Isabel, su mujer, sin querer molestar a nadie.
Fue, en efecto, un protagonista anónimo de la Transición, pero fue mucho más: un amigo querido al que, quienes le tuvimos por tal no podemos sino agradecerle el habernos hecho el honor de su amistad y su alegría.