El futuro político de Rosa Aguilar

El estruendoso estropicio del PP ha apagado otros ruidos de no menor calado. Por ejemplo: el futuro más que imperfecto de Izquierda Unida. ¿Sobrevivirá lo que queda de la coalición a la errática dirección de Gaspar Llamazares?

El penúltimo testimonio de descomposición de la tercera fuerza del país la ha proporcionado el único cargo institucional de fuste que le queda, la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, al desvelar que lleva cinco años al margen del PC y que en las últimas elecciones al Senado votó a la socialista Maribel Flores. Si ya hasta los suyos no votan a la coalición, ¿qué perspectiva le queda a IU?

La culpa no es de mi admirada alcaldesa, que no ha abdicado de sus valores de toda una vida, sino de quienes dicen encarnarlos, los cuales han preferido dedicarse a la endogamia política antes que servir a sus electores. En su día, Winston Churchill ya hubo de replicar a quienes le reprochaban el haberse mudado de siglas políticas: “Yo no he cambiado de ideas, quien lo ha hecho es el partido”.

Algo de eso sucede en el lento suicidio a plazos en el que parece empeñada Izquierda Unida, reducida a 2 diputados frente a los 23 que llegó a tener el PC en 1979. Y no se debe a la “perversa ley electoral”, la misma de entonces, sino, como dice el redivivo Julia Anguita, a que, en vez de realizar una política propia, “carece de una línea clara” que viene propiciada por su coyunda con “los nacionalismos extremos en Cataluña y el País Vasco”.

O sea, que ha preferido que Javier Madrazo tenga coche oficial y disponga de una consejería y un presupuesto con los cuales repartir favores en Euskadi, a costa de gobernar con ANV en el ayuntamiento de Mondragón, pongo por caso. Sólo ahora, tras la huída de 300.000 votos en las últimas elecciones generales, IU se da cuenta del descalabro resultante.
Pero hablaba de Rosa Aguilar. Si hace un año revalidó la alcaldía con un 36 por ciento de votos, ¿cómo se explica el exiguo 6,41 por ciento obtenido por IU en las recientes elecciones generales? Pues muy sencillo: porque la gente de su pueblo prefiere antes a Rosa que a su partido. Eso no significa, necesariamente, que la alcaldesa siga un camino que a lo largo de los años ha conducido hasta el PSOE a algunos de los más honestos comunistas de antaño, desde Jordi Solé Tura hasta Diego López Garrido.

De momento, lo que certifica es que Rosa Aguilar es mucho más que IU y que, mientras éste representa cada vez a menos gente, la alcaldesa de Córdoba asume la representación de todos sus conciudadanos, voten como lo hagan. Eso, en los tiempos que corren de descrédito de la clase política, es la garantía de que, sea cual fuere el futuro político de Rosa, no lo hará por interés propio, sino en el de sus representados.