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Una de piratas

lunes 28 de abril de 2008, 17:58h
Los piratas han sido, de toda la vida, gente de mal vivir y peor morir, tipos sin escrúpulos que deambulaban de mar en mar, sin tener literalmente dónde caerse muertos, salvo la borde de sus propias naves o de aquellas que abordaban. Si acaso, los más suertudos, sabían de alguna isla lejana donde, siguiendo las instrucciones de un mapa, encontrar un tesoro. Pero los tiempos han cambiado, y los filibusteros también: ahora negocian desde Londres los rescates por sus fechorías. Todo es más limpio, las condiciones se envían por fax y la asepsia es total: ni sangre ni escupitajos.

Eso, al menos, es lo que se ve a través de los medios: los avances tecnológicos y la velocidad con que se conocen las noticias hoy en día permite vivir, casi en tiempo real, algo tan serio como un secuestro. Así, sobre el papel, o a través de las imágenes de las páginas web, todo resulta mucho menos cruento, menos tremendo, más tolerable. Tanto, que terminamos creyéndonos que la realidad es eso que vemos desde el sofá del cuarto de estar, con unos panchitos en un plato sobre la mesa. Pero no; el pánico, las metralletas, las caras de los piratas y sus feroces miradas no las transmite ninguna televisión, no hay enviado especial que cuente cómo lo pasan de mal un puñado de marineros acogotados por estos bandidos.

Desde la higiénica distancia que marcan el mando de la tele, el ratón del ordenador o nuestros propios dedos al pasar las páginas del periódico, es fácil hacer juicios, establecer escalas de valores o señalar cuál es la decisión moralmente adecuada. Pero la visión es muy diferente para quienes han soportado días de terror en manos de quienes no dan más valor a la vida humana que el de la recompensa que obtengan a cambio. Gente de mal vivir y peor morir, filibusteros, que según explicaban en los cuentos, por el menor desencuentro te pasan por la quilla. Acabar con ellos es cosa de los estados, de sus ejércitos y su justicia; liberar a quienes caen en sus garras, por cualquier medio –y mejor aún si no corre la sangre-, también lo es.
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