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Penúltimo cartucho de Artur Mas

Penúltimo cartucho de Artur Mas

lunes 14 de julio de 2008, 20:23h

¿Qué hubiese pasado si Convergència Democràtica de Catalunya, el partido que fundó –con tibios acentos socialdemócratas escandinavos—en 1974 Jordi Pujol, si este fin de semana pasado se hubiese declarado independentista? ¿Qué hubiese ocurrido si, por el contrario, el decimoquinto congreso convergente –el segundo que se celebra estando en la oposición-- hubiera renunciado al nacionalismo y abrazado el “sano” regionalismo? En ambos supuestos habría que soportar la misma intensidad y pareja cantidad de berridos mediáticos, de aquellos que siempre ven en los nacionalismos periféricos –tan legítimos como el nacionalismo español y, también tan estériles como este último—la plasmación del Imperio del Mal Absoluto. Incluso, en el segundo caso, cabría una mayor intensidad y desconfianza, al querer ver en ello una retorcida y maquiavélica proposición que esconde –faltaría más—oscuras intenciones destinadas a socavar la sacrosanta uniformidad que no la también sacrosanta unidad de España.

   Entre una tesis y otra, Artur Mas y su ejecutiva han optado por la calle del medio: definir a CDC como la casa común del catalanismo y reclamar para Cataluña el derecho a ser una nación libre y soberana. Eso sí, no dicen cómo. O sea, que con su llesca de pà amb tomàquet i pernil se lo coman y su porrón de cava se lo beban.

   A estas alturas de la democracia recuperada,  hagan lo que hagan –que suele ser poco—y digan lo que digan –que es mucho más— los partidos nacionalistas periféricos todavía sorprende y todavía es objeto de toques a rebato. CDC no iba a ser una excepción. Y eso que es un partido democrático, civilizado, homologado internacionalmente, de derechas de toda la vida, como aquel que dice. Hermano o casi del PNV, primo carnal del Partido Popular y primo segundo del Bloque Nacionalista Galego (fuerza que tiene de izquierdas lo que un vino en tetrabrik de gran reserva).
Mas sabe que ésta, a dos años vista, es su última oportunidad para acceder a la presidencia de la Generalitat. De ahí esta definición del Principado, como guiño a los de Esquerra Republicana, por ver si se animan a romper el tripartito actual y están por la labor de hacer a Mas (¡atención al detalle!) president. Otra cosa no, pero clara y meridiana seguro que lo es. Si CDC –léase Artur Mas y su guardia de corps—no gana las elecciones catalanas, habrá que maquillar la cúpula dirigente y Mas deberá retirarse. Una situación que, por el momento nadie desea. Y que, sin embargo, sería vista con indisimulada satisfacción por parte de Unió Democràtica de Catalunya, el partido pequeño federado con Convergència, que no le haría ascos a ver --¡por fin!— a Josep Antoni Duran Lleida como candidato a la presidencia de la Generalitat.

   No es accidental que, este mismo fin de semana, José Montilla, presidente de la Generalitat y primer secretario del PSC, en el acto que conmemoraba el treinta aniversario del partido, recordase que el PSC está para defender los intereses de Cataluña pero no para hacer caer el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Ni una luna de cristal pulido sería tan diáfana.

   En lo personal, Artur Mas, en este decimoquinto congreso de CDC ha gastado su penúltimo cartucho. Su futuro a medio plazo está en juego.  ¿Y después de Artur Mas? ¡Vaya pregunta! Está muy claro. Después de Mas, Oriol Pujol Ferrusola. Que lleva años trabajándoselo.

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