No es nada fácil escribir un día como hoy. Todas las palabras son insuficientes. Estoy bloqueada con los testimonios de los familiares, emocionada con la solidaridad de la gente, indignada con la falta de transparencia de Spanair y alucinada con el COI.
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Ciento cincuenta y tres muertos. Una cifra demasiado elevada para ser digerida. Una cifra que tiene detrás otras tantas historias de familias truncadas y rotas para siempre. Algunas familias enteras: padre, madre e hijos. Me ha conmovido el sms que una víctima, Cristina, envió a su madre y que a partir de ahora (supongo) ella guardará como excepcional recuerdo. Me ha conmovido el testimonio de una testigo que contaba cómo unos niños preguntaban por sus padres y el de una víctima que hoy hubiera cumplido 23 años. Todo es demasiado triste, todo es demasiado increíble.
Es inevitable que muchas miradas estén puestas ahora en la compañía aérea. Está mal que Spanair calificara ayer de
“incidente” lo sucedido, pero estoy casi segura de que no hubo negligencia. Volamos habitualmente pero casi nunca reparamos en la gran cantidad de medidas que se llevan a cabo por nuestra seguridad. Sólo nos enteramos cuando nos “fastidian” porque se retrasan los vuelos.
Ahora es tiempo de enterrar a los muertos, de mostrar toda la solidaridad y comprensión hacia sus familiares y, desde luego, no es tiempo para hacer reclamaciones que no tocan, como por ejemplo la pancarta de un ciudadano exigiendo una ceremonia civil como homenaje, en lugar de un funeral católico. Hay gente que tiene el don de la mala oportunidad y que aprovecha el dolor ajeno para hacer llegar sus reivindicaciones. Este tipo de gente es la que en el lecho de muerte discute delante del enfermo la herencia y se excusa diciendo que es por el bien de todos y se ampara en la practicidad de las cosas. ¡¡¡Es asqueroso!!!
Es muy difícil ponerse delante del ordenador y creer que existe hoy alguna otra noticia que importe más que esta. Hoy toca estar en silencio y rezar (cada uno como pueda y quiera) por los que han quedado y a los que les queda lo peor por vivir levantarse cada mañana sin ellos. Cuando empiezas a entender que la vida sigue incluso con tu dolor es cuando realmente empieza el infierno. Y ahí, en ese momento, los medios de comunicación estaremos con la noticia que ese día toque. Así es la vida