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Don José María, amigo, jamás te olvidaré

Don José María, amigo, jamás te olvidaré

lunes 27 de octubre de 2008, 09:09h
    Mi mejor anécdota con el único que, en este país, puede llevar el signo de “patrón de patrones”, don José María Cuevas, es el divertido momento que pasé con él en el aeropuerto de Heathrow. Con el y con mi otro gran amigo en la CEOE, el recientemente defenestrado Juan Jiménez Aguilar. Los tres, ahí, en 1991, esperando un vuelo camino de Dublín, para asistir a la elección de Carlos Ferrer Salat como presidente de la patronal europea Unice. Con las maletas debajo del brazo, como tres ciudadanos normales y corrientes hasta que un apurado relaciones públicas se acercó a nosotros y nos quiso llevar a la “sala VIP”. Cuevas se negó. Estaba muy bien, ahí, entre el público. No se lo tenía creído, para nada. Lo único que pidió fue “una beer, por favor", así como suena. La sed hacía mella en el socarrón dirigente empresarial al que apreciaré toda mi vida, a pesar de estar política y socialmente en las antípodas.

   Cuevas es algo más que un dirigente empresarial. Si a Carlos Ferrer Salat le cabe el honor de haber sido el primero, el fundador de la organización empresarial necesaria tras la muerte de Franco y el derrumbe de ese engendro que era el “verticato” donde se juntaban empresarios y trabajadores en un intento de convergencia que jamás funcionó, a Cuevas le tocó todo. Armar toda la arquitectura de una organización empresarial inexistente. Aglutinar, en su seno, a empresarios de diferente signo y muchas veces enfrentados entre sí, y, al mismo tiempo, empezar a negociar todo un entramado laboral que había que hacer tras el derrumbe de la Dictadura.

    Muchos recordaremos todas nuestras vidas esas largas reuniones en las dependencias del Ministerio de Trabajo de Pío Baroja, en las que Cuevas y Jiménez Aguilar negociaban con auténticos “trenes de choque” como eran Nicolás Redondo o Marcelino Camacho. Los recuerdos de los que luego fueron ministros, José Luís Corcuera o Manuel Chaves, mientras, afuera, esperando en un despacho, el entonces jefe de prensa de la CEOE, hoy flamante director de relaciones institucionales de Caja Madrid,  Juan Astorqui, jugaba al mus con los periodistas que cubríamos la información de acontecimientos tan fundamentales para este país como fueron los AES, Acuerdo Económico y Social, ANE, Acuerdo Nacional de Empleo, o, el “acuerdo de acuerdos”, los Pactos de la Moncloa.

     Porque no hay lugar a dudas, y no hay otro argumento más contundente que éste: se ha ido uno de los hombres fundamentales en la etapa de la transición de este país de la Dictadura a la democracia. Si no hubiese habido un Cuevas tendríamos que haberlo inventado porque, en su activo, figura haber adocenado un empresariado, el de los setenta, retrógrado, conservador, nostálgico del régimen, y con una concepción paternalista de la empresa. De ahí a lo que hay ahora, un empresariado moderno, innovador y emprendedor, consciente de los derechos y deberes de sus empleados, va un abismo.

   Y eso se logró en tan sólo treinta años. Y gracias a Cuevas. Descanse en paz, don José María.
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