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S. Josemaría Superstar

S. Josemaría Superstar

lunes 19 de febrero de 2007, 14:52h

TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes.

El capellán de mamá, don Eligio, es un buen aficionado al cine. Sí, sí, sí. Le gusta el cine, amadísimos, globalizados, megaletileonorizados y santurroneados niños y niñas que me leéis. Claro que las preferencias cinematográficas del santo varón no se encuentran, precisamente, en los géneros non sanctos, tipo porno de luxe, sino en esas edificantes películas –las que ponen las televisiones en Semana Santa y eso que estamos en un Estado aconfesional con un Gobierno, el de ZetaPé, tirando a laico—como “Ben-Hur”, “La túnica sagrada”, “Los Diez Mandamientos”, “Quo vadis?”, etc. Es decir, don Eligio, tiene unos gustos cinematográficos tirando a conservadores.

Pues bien, ha sido el capellán de mamá quien me ha puesto en antecedentes de la magna obra cinematográfica que se está preparando allá en Milán. Se tata de llevar al cine la ejemplar vida de un obrero, el fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás, prelado doméstico de Su Santidad, marqués de Peralta y Gran Canciller de la Universidad de Navarra. Un hombre de Dios, y por tanto humilde en grado sumo, sembrador del bien en la Tierra y apóstol, como no, del sentido sobrenatural que puede tenerle dinero. Gracias a él, la Prelatura Personal de la Santa Cruz y del Opus Dei, es una fructífera realidad a mayor gloria de Dios y de la salvación de las almas. O sea, que tomad nota los descreídos y réprobos como el malvado del Vilariño y sus primos los inclasificables Carballeira Brothers.

El santo fundador, no sólo vio recompensada su ejemplar vida con su elevación a los altares, sino que ahora, apenas 22 años después de su muerte, también verá reconocida en la Tierra su figura excelsa. Porque lo de la película va en serio. Incluso a quien dejó escrito eso de “sed hombres y mujeres del mundo. Pero no seáis hombres y mujeres mundanos” (Camino, máxima 939), seguro que no le molestará que encarne su figura en el cine Antonio Banderas, Nicolas Cage o Robert de Niro, que son los tres actores que se barajan para encarnar la figura de nuestro santo.

Otra cosa sería, pequeñines/as míos/as, que para dirigir la película se solicitasen los servicios de Pedro Almodóvar, porque, allá en el Cielo, hasta San Josemaría, podría decir eso de “¿qué hecho yo para merecer esto?”. Sí, el golpe sería morrocotudo, dada la filiación estética del director manchego, eterno aspirante a un nuevo Oscar a tropocientos Premios Goya. Y eso que el santo marqués de Peralta es no sólo un aragonés, sino un español universal. Más o menos como Almodóvar, pero en clave de santidad.

Ya sé que la efímera gloria del cine no puede contraponerse con la Gloria Eterna, pero esta última ya la tiene San Josemaría, por tanto, nada impide que alcance ahora, para edificación de las almas y a mayor gloria del Señor, la pequeñísima gloria de ver su vida llevada a la pantalla cinematográfica. Se trata, claro de hacerlo con “santa desvergüenza”.

Claro que ya que hablo de desvergüenza, tendréis que reconocer todos/as conmigo, que de ella va sobrado Pedro Almodóvar, manchego y, por tanto, español universal donde los haya. Aunque, de confiarle la dirección a ¡Peedroooo!, quién sabe si la película acabaría titulándose “Josemaría Superstar”, y que en los papeles de numerarias auxiliares del Opus Dei (que así de respetuosamente llaman, en el seno de la Prelatura Personal, a las criadas y fregonas) tendríamos a Bibi Andersen, Carmen Maura y Alaska.

En fin, amadísimos/as de mi paterno corazón, que los de la Obrta se han puesto manos a la ídem, y, aparte de la película, quieren realizar páginas web, un largometraje de dibujos animados y programas de televisión. Por lo que yo, con la clarividencia que me caracteriza, les sugiero que, además, monten un reality show que, por supuesto, debería titularse “La Prelatura de tu vida”. Así en la tierra como en el Cielo, claro.

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