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Crisis económica y relevo en Washington

Crisis económica y relevo en Washington

sábado 08 de noviembre de 2008, 12:10h
El insistente énfasis puesto, durante estos últimos meses, en afirmar que la crisis económica nos viene de fuera, como simple reflejo de una crisis financiera global que habría nacido a su vez de la crisis financiera norteamericana no es sólo un tópico recurso de propaganda en la línea histórica de “echar la culpa al Imperio”, sino sobre todo una forma de curarse en salud, de eludir las propias responsabilidades en la toma de decisiones necesariamente incómodas y difundir la confortable evasiva de que las soluciones llegarán también de fuera, toda vez que una presidencia desde luego manifiestamente mejorable, la de George Bush, dejará pronto paso. 

    Probablemente, Barack Obama es un presidente que conviene a esta hora de América y del mundo y que “el sueño americano” al que se declara unido le permitirá ser lo que sin duda ya es, un americano leal, profundamente identificado con los grandes valores atlánticos y específicamente norteamericanos, como lo demostró en sus muy trasparentes declaraciones ante la Asociación de Amistad Judía Norteamericana y luego en su famosa visita, rememorativa de la histórica de John Kennedy en tiempos muy diferentes y peores, a la emblemática ciudad de Berlín que fue durante lustros frontera del mundo libre.

    No es fácil saber, porque son conceptos de muy diferentes o matizados desarrollos a uno y otro lados del Atlántico, si Obama es socialista, como pretenden desde algunos entornos de Rodríguez Zapatero, o si es un liberal en la tradición del liberalismo progresista norteamericano. O si es ambas cosas, esto es, socialdemócrata y liberal, como los mejores socialistas europeos, no ciertamente los líderes socialistas españoles de ahora mismo, aunque sí los de un par de décadas atrás. Es probable, en cualquier caso, que sea un buen interlocutor con la Unión Europea, un buen reconstructor de un arco atlántico entre iguales, y que el respeto y el entendimiento de la libertad de todos le haga tomar posición favorable a la libertad de mercado.

    Estoy convencido de que se equivocan los que creen o quieren creer que Obama se alineará con las vetustas tesis del intervencionismo estatal fracasado, en lo que confían para detener la imparable evolución desreguladora, modernizadora, en suma, libertadora, que la Comisión Europea impulsa en el viejo continente. Creo que Obama no devolverá el poder a los funcionarios, que demasiado poder han tenido en los tiempos del muy conservador y muy intervencionista George Bush, sino todo lo contrario, que devolverá el poder de decisión a la sociedad, a los ciudadanos, que amparará, en suma, el libre mercado.

    En la actual crítica situación de la economía, es probablemente un valor positivo, en estos momentos, el que George Bush, a cuya Administración le queda un tiempo por delante hasta el traspaso de poderes, tiempo que incluye algo tan importante como la Conferencia de Washington sobre la crisis económica global, sepa que no habrá continuidad, sino cambio. Positivo, en primer lugar, porque ello le obliga a poner todo el énfasis y el esfuerzo en dejar una situación, dentro de la gravedad, lo mas encauzada posible en términos de concertación y armonía, interior y exterior. Es su propio legado el que está en juego y hará lo que pueda para que sea lo menos conflictivo posible.
     
    En el caso español, que naturalmente es el que más nos importa, es muy limitado el espacio abierto a la esperanza. Cada indicador que se analiza conduce al abatimiento. Sólo pocos meses atrás había rasgado de vestiduras y acusaciones de “catastrofismo” cada vez que alguien se atrevía a vaticinar por encima del 12 por ciento, quizá el 14 por ciento, de tasa de desempleo para 2009. Ahora ya las estimaciones más solventes vaticinan que se alcanzará, incluso podría sobrepasarse, el 17 por ciento de tasa de desempleo, en un año en el que la economía española en recesión se contraerá entre medio punto y dos puntos porcentuales, quizá más, y en el que el déficit público superará quizá incluso el 5 por ciento.

    A punto de publicarse algunos estudios e indicadores de particular importancia, y por lo que conozco francamente pesimistas, comprometo en muy breves días la crónica de valiosos –por su contenido y sus fuentes– análisis a fondo del horizonte de nuestra economía a corto y medio plazos.
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