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Letargo

Letargo

martes 11 de noviembre de 2008, 04:34h
Que prácticamente nadie haya levantado la voz de protesta cuando el Tribunal Supremo Electoral, en una grosera violación a la Constitución anterior, cesó de sus cargos a 57 diputados elegidos por el pueblo, no llamó la atención.

Después de todo, la popularidad del Congreso estaba por los suelos y varios de los que se decían defensores de la democracia ahora eran parte del Gobierno, que se mostró de acuerdo con lo actuado por el TSE y con la designación de los “diputados de los manteles”, un grupo de ilustres desconocidos a los que nadie eligió y que, por tanto, carecían de toda representatividad.

Que ese silencio se haya mantenido pese a las múltiples ofensas salidas de la boca del Presidente, a sus frecuentes arranques de soberbia contra opositores, periodistas, estudiantes y ciudadanos comunes ya resultaba un poco más llamativo, por no decir indignante.
 



¿Dónde estaban los grupos feministas, llamados a defender a las “gorditas horrorosas”, las “locas” y las “viejas peluconas”? ¿Dónde los que, con toda razón, criticaban el autoritarismo y la prepotencia de gobiernos anteriores? ¿Dónde los propios miembros del Gobierno que pregonaban una nueva manera de hacer política?

Pero que ese letargo general, esa suerte de embobamiento se haya mantenido pese a todos los atropellos cometidos por la Asamblea Constituyente, mayormente gobiernista, ya resultaba escandaloso. Y ese sentimiento de indignación e impotencia ha crecido ahora que el país no ha dicho nada frente a la desfachatada manera en que los vocales del TC se autoproclamaron Corte Constitucional (decisión tácitamente bendecida por el Gobierno) y al degradante modo en que los asambleístas de mayoría decidieron escoger a los miembros del máximo organismo de justicia del país.

Ojalá este letargo fuera una demostración de madurez, de que el país ha entendido que ya no es posible seguir tumbando gobiernos y que las malas elecciones deben redimirse por la vía democrática. Pero no, lamentablemente esta modorra general es el resultado de una atosigante campaña mediática que ha hecho que el discurso oficial se convierta, prácticamente, en una verdad irrefutable, como las mentiras que se repiten mil veces.

jhidalgo@lahora.com.ec
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